En tus palabras se esconden las sombras.
Se esconden los claroscuros del alma,
lunas negras de días acordes,
lluvias caídas sobre tierras baldías
donde ya ni las miserias brotan.
En tus palabras se escoden todos los dolores.
Se esconden las agónicas y feroces
rosas negras de la muerte que clavaron
en ti y en tu recuerdo las fauces
hambrientas de sus espinas envenenadas.
En tus palabras se esconden unidas,
la pena y la rabia más hondas.
Triste matrimonio de días amarillos,
cubiertos del polvo ausente donde te ahogas.
Mas, miro tus ojos y veo la suplica,
veo un niño que llora por dentro,
veo el miedo a no poder seguir.
Veo tu mano tendida que suplica,
que pide, que mendiga una caricia.
Veo tus labios pálidos que ruegan,
que sueñan, que suspiran, que desean
la caricia cálida de otros labios rojos
de vida y apasionados de grana.
Veo un corazón que late despacio,
como esperando el empuje del amor,
de ese amor que le eleve al cielo.
Y siento ganas de abrazarte.
Siento ganas de amarte como
jamás te amo nadie,
como jamás han de volver a amarte.
Y te tomo en mis brazos y dejo
que mis ojos se beban tus ojos,
por así confundir nuestras miradas
y unidas nuestras almas,
confundidos los deseos,
resucitados a la vida los anhelos,
ser el amor que nos dé nueva vida
y rompa en mil pedazos etéreos,
nuestra mal fingida calma.
Carmen

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