Cuando era una adolescente que comenzaba a salir a penas, como se suele decir, del cascarón, aún podía escucharse esta hermosa y romántica canción en las fiestas de amigos e incluso en las discotecas cuando ponían música lenta para que las parejas de enamorados bailaran.
Siempre había alguien que la pedía y a mi en particular, me encantaba cuando alguno de mis amigos me la dedicaba y me invitaba a bailar.
“… Put your head on my shoulder
Whisper in my ear, baby
Words I want to hear
Tell me, tell me that you love me too
(tell me that you love me too)
Put your head on my shoulder
Whisper in my ear, baby
Words I want to hear, baby
Put your head on my shoulder…”
***
“Pon tu cabeza en mi hombro
Susúrrame al oído, bebé,
las palabras que quiero escuchar.
Dime, dime que me amas también
Pon tu cabeza en mi hombro.
Susúrrame al oído, bebé,
las palabras que quiero escuchar, bebé.
Pon tu cabeza en mi hombro…”
Bellos recuerdos que se quedan grabados por siempre en el alma y a los que se puede recurrir cuando la tristeza nos agarrota el corazón.
Ella se apoyó en el espejo dejando que este soportara el peso de sus pensamientos y la invadió la tristeza del recuerdo, la añoranza de aquello que pudo ser y definitivamente se quedo envuelto en el polvo del camino, ese camino que ella misma trazó con mano férrea y que la llevó año tras año por la senda del negro olvido...
Hoy que mi ánimo está por los suelos, he recibido por correo esta canción.
No existe mejor medicina para el alma rota y el corazón herido que el abrazo de alguien que nos quiere sinceramente, que se preocupa por nosotros y que siempre está presente para tendernos la mano aunque nos separe la distancia.
Gracias, gracias nuevamente Pablo. Gracias por ser y por estar.
Esta tarde noche he asistido al último espectáculo de Sara Baras y su Balet Flamenco: "Sombras".
Como uno de los regalos de mi pasado cumpleaños, mi marido, gran conocedor de mis gustos y aficiones, me regalo dos entradas para ir a ver a esta mujer maravillosa y gran bailaora de flamenco que es Sara Baras.
Ya es tradición ir a verla cada vez que actúa en Madrid, y es que su arte me maravilla. Su talento, su fuerza, su saber hacer. El sentimiento que transmite a golpe de tacón. El vértigo de sus brazos en movimiento... En fin, que me gusta mucho y todo lo que puedo dedicarle son elogios.
Y no soy la única a la que le gusta Sara Baras. Conseguir entradas para sus espectáculos es casi, casi un milagro, en cada una de sus actuaciones llena el teatro.
Mirar si no lo que de ella decía Alfonso Ussia:
"lo más guapo de España. Baila como las nubes, las tormentas, el amanecer, la atardecida. Qué mujer, qué arte. Gaditana. Lola la Piconera de Pemán, una sombra a su lado...
Todo eso y mucho más se reúne en el cuerpo y el alma de Sara Baras, que no es dibujo porque Picasso no la conoció, que no es poema porque García Lorca, Alberti o Villalón decidieron nacer antes, que no es copla porque Rafael León se puso a morir cuando ella era niña, que no es novela porque Hemingway, de haberla visto, estaría borracho, que no es escultura porque a quién se le ocurre nacer Miguel Ángel tan a destiempo. La música la lleva ella consigo misma. Y la danza, el baile, el prodigio del movimiento... Que el diccionario no se entera. "Arte", "Armonia" y "Belleza" tienen una misma definición: Sara Baras".
ALFONSO USSIA
Mujeres del reino 2009 // Ediciones B-Grupo Zeta
Ahí es na...!
La mejor y más grande definición que he leído sobre ella, podéis creerme.
"Sombras" es un espectáculo creado con motivo del vigésimo aniversario del "Ballet Flamenco Sara Baras", un espéctaculo cuyo hilo conductor es "La Farruca", un baile que ha acompañado a Sara durante 20 años de trayectoria, con el que ha cosechado innumerables éxitos y bajo cuya sombra ha vivido esa evolución constante que la he llevado a ser lo que es hoy en día.
Sobre la farruca, la propia Sara nos dice:
"La farruca es razón sin entendimiento,
y es cordura en esta inmensa locura de dejarse el alma en cada golpe de tacón.
Encadena mis versos en rimas inconfundibles, dibuja garabatos que me adivinan, que hablan de mí, que hablan de ella, como una luz, mi luz, como una sombra, mi sombra."
Una vez más Sara Baras, aúna su magistral manera de bailar con una impactante coreografía creada por ella misma y en la une lo tradicional y lo moderno. Os dejo un pedacito de texto de Santana de Yepes que se recita al inicio de uno de los bailes de Sara Baras en "Sombras" y que me ha parecido precioso: "Diré que un día fui sombra, envuelta, oculta, grande, pequeña; sombra. Diré que un día fui sombra, atrapada, disimulada, onírica, real; sombra. Diré que un día sombras del recuerdo en mí, sombras, como llamas, como agua, como viento, como calma; sombras. Sombras en mí, sombras de mí. Me sustentan, vigilan, seducen, tropiezan, aceleran, reposan, despiertan y acunan en el sueño de las sombras." Santana de Yepes.
Y como colofón de la velada, he tenido la suerte de estar sentada junto a Miguel Poveda, cantante:
Al correr del tiempo sobre el recuerdo
la memoria se queda escrita en la piel
y recorre con la sangre esos lugares
que es volver a caminar donde ya estuviste ayer
allí donde las cicatrices quedan grabadas,
allí donde hubo heridas tan profundas,
solo quedan las huellas que señalan el regreso
donde siempre hay que volver una vez en la vida
estampas desnudas con cristales de sueños
al correr del tiempo sobre el recuerdo.
El recuerdo siempre perdura en el túnel
en ese túnel oscuro que nos señala el odio
se agotan las sombras de las remembranzas
nos ensucian los espejos donde nos miramos
y me pertenecen los extractos de los recuerdos
con ese libro abierto que me hace existir
las realidades paralelas de los sueños almacenados
justo en la frontera de la colección de las verdades
donde soy testigo que se pierde en la oscuridad
de las palabras que nunca se han de pronunciar.
Al correr el tiempo la memoria pierde su recuerdo
y necesitamos de fechas que marquen el pasado
para que no se vacíe nuestras noches de emoción
y vuelva a amanecer los nuevos días que soñamos.
José María Martelo Íñigo
*Este poema, que me vibro en lo más profundo, lo tome
prestado y con el permiso de su autor de su blog de poesía: “El Escribidor
Paciente”. José María Martelo Iñigo es un poeta y escritor autodidacta bilbaíno
magnifico. Desde aquí os animo y recomiendo que visitéis su blog y buceéis en
sus poemas y escritos, estoy segura de que os sorprenderá tan gratamente como a
mi.
No se pueden ver las estrellas desde las estrechas callejuelas de la gran ciudad, pero ahí están; testigos mudos del ir y venir de los humanos que se afanan a esas horas, unos en regresar a sus casas tras su jornada laboral y otros, en seguir sus rutas de juerga de garito en garito, algún teatro, algún cine de tardío, de esos que tienen sesiones de madrugada para los insomnes y en el peor de los casos para los pervertidos solitarios que andan en busca de un poco de intimidad.
Las farolas alumbran mortecinas las calles envolviendo el ambiente en una atmósfera de sutil ambigüedad. Fantasmagóricas siluetas que se alejan o se acercan, tanto da.
En una esquina, una pareja abre la puerta a la lujuria marcando con sus húmedos labios el paso a la lascivia, el morbo bizarro que parece impregnar de inmediato el lugar. La gente pasa, presurosa, sin detenerse a mirar. Quizás por pudor, quizás por vergüenza, lo más seguro que sea la envidia lo que les urge a rebasar lo que nunca lograran.
Las manos de los amantes vuelan en un revoltijo agitado de ropas. Los gemidos van subiendo de tono. Prisa, un calor que inunda los cuerpos pegados, sudorosos, que piden más y más. No ven no sienten, solo están ellos en aquel lugar.
Un grupo de muchachos, algo bebidos sin duda, hacen corro frente a la pareja. Alguno de ellos suspira, otros babean y los demás, con ojos desorbitados, siguen la escena casi sin respirar.
Dos policías asoman por un callejón y viendo lo tórrido de la escena, se disponen a intervenir.
Se acercan al grupo de muchachos porras en alto dispuestos a descargar.
- Sigan caminando... ¡Dispersense y dejen circular al personal!
- ¿No les da vergüenza el espectáculo que han montado? Sepárense de inmediato y sigan su camino; llévense su calentón a otro lugar.
Con desgana, la pareja para los besos, calla los gemidos, se miran interrogantes a los ojos, miran a su alrededor y sin poder contenerse riendo como dos locos, echan a correr calle arriba hacia un portal donde un letrero luminoso de un escandaloso color rojo anuncia: "Pensión Nolí, apague su fuego en este lugar".