Cae la noche. Las sombras se alargan atrapando todo bajo sus redes. Los vivos se esconden, refugiando sus miedos junto al fuego de sus hogares y las criaturas nocturnas comienzan por fin a desperezarse del letargo diurno.
Un búho ulula desde el cercano bosque. Otro responde desde el viejo campanario y el aullido de los lobos en la lejanía hiela la sangre de quienes con paso acelerado buscan refugiarse.
Un viento helado baja desde los altos picos de los montes que se recortan en el cielo del otro lado del dormido río. Los mismos montes que velan, impasibles al tiempo, las vidas humanas día y noche.
Las viejas se arrebujan en sus toquillas de gruesa lana tratando de calentar sus viejos huesos ateridos. Los niños guardan silencio sentados frente al fuego mientras las madres se afanan en poner la sopa caliente en sus cuencos.
Los hombres deambulan inquietos por la casa asegurando ventanas y trancando las puertas, amarrando y serenando a las también inquietas bestias.
Los lobos aúllan más cerca, con más fiereza, más urgencia por encontrar una presa.
Las sangres de hombres y animales se hiela.
Las velas que alumbran las pobres estancias, tiemblan. Los candiles se apagan y el fuego en los hogares se encoge como presintiendo el dolor de una pérdida.
Se cierran de golpe los últimos postigos, aislando aquellas vidas de la muerte que ronda en la oscura noche y que todos presienten cada vez más cerca.
Nadie por las calles ni en ventanas ni puertas. Ni perros que ladran ni gatos que maúllan a esa luna que hoy brilla por su ausencia.
El viento arrecia.
Se ceba en los tejados y empuja con fuerza las cerradas puertas.
En el campanario, calla el ulular del búho mientras el viento juega a girar la veleta.
Las horas nocturnas pasan lentas, el día aún no llega.
Las viejas rezan.
Hombres y mujeres en silencio velan.
Los niños se remueven en sus camas, debatiéndose en sueños cargados de miedos y ausencias.
Lentas pasan las horas en aquel siniestro duermevela.
Por fin, allá lejos, clarea el alba.
Se difuminan las sombras, despierta el día, se desperezan hombres y bestias. Sonríen las abuelas.
*León Camino Galicia de la Rosa, conocido como León Felipe, nació en Tábara, Zamora, el 11 de abril de 1884. Nació en una familia acomodada, su padre era notario. Pasó su infancia en Sequeros, Salamanca, y en 1893 se trasladó con su familia a Santander. Tras estudiar en Madrid, ejerció de farmacéutico en varias ciudades al tiempo que trabajaba como actor para una compañía de teatro itinerante.
Permaneció tres años en la cárcel, convicto de desfalco y contrajo un matrimonio fracasado con la peruana Irene Lambarri. Su vida bohemia le sumió en una situación económicamente complicada hacia 1919, cuando iniciaba su obra poética en Madrid. En 1920 publicó Versos y oraciones del caminante.
Tras tres años de estancia en Guinea Ecuatorial, en aquellos años colonia española, trabajando como administrador de hospitales, viajó a México en 1922, con una carta de Alfonso Reyes que habría de abrirle las puertas del ambiente intelectual mexicano.
Trabajó como bibliotecario en Veracruz, y como profesor de literatura española en la Universidad Cornell, Estados Unidos. Contrajo un segundo matrimonio con Berta Gamboa, también profesora.
Volvió a España poco antes de iniciarse la guerra civil, y apoyó la república hasta 1938, año en que se exilió definitivamente a México.
Fue agregado cultural de la embajada de la República española en el exilio, única reconocida entonces por el gobierno mexicano. La experiencia de la guerra civil y el exilio posterior configuraron una voz poética combativa y rebelde.
Murió en Ciudad de México el 18 de septiembre de 1968.
*Miguel Hernández fue un poeta español nacido en Orihuela, Alicante, en 1910.Hijo de campesinos, desempeñó entre otros oficios, el de pastor de cabras. Guiado por su amigo Ramón Sijé, se inició en la poesía desde los veinte años; publicó su primer libro «Perito en lunas» en 1933 y posteriormente, los sonetos agrupados en «El rayo que no cesa», marcaron la experiencia amorosa del poeta.
Durante la guerra civil militó muy activamente en el bando republicano como Comisario de Cultura, siendo encarcelado y condenado a muerte al terminar el conflicto. Antes de morir, enfermo y detenido, publicó su última obra, «Cancionero y romancero de ausencias». Falleció en 1942.
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Miguel Hernández, junto a León Felipe fueron los primeros poetas que comencé a leer siendo muy pequeña. Después vinieron muchos otros, pero sin lugar a dudas, fueron Miguel Hernández y León Felipe los dos que más me marcaron y los dos que sembraron en mí el gusto por la poesía y la escritura.
Hoy por fin descansaras junto a tus padres en esta tierra de la cual tú eras parte viva porque siempre la llevaste dentro, corriendo por tus venas porque fluía en tu sangre.
Hoy en el cielo brillará con más fuerza una estrellita cachonera que seguirá por siempre iluminando nuestras vidas para que no nos sintamos tan solos sin tu presencia, porque somos muchos los que echaremos de menos tu abrazo consolador en las penas y tu risa en los momentos de alegría.
Hermana, tía, esposa, amiga... quien te conoció en vida te quería y te seguirá queriendo más allá de esta vida terrenal, tan cruel a veces tan injusta, que nos arrebata de manera prematura a aquella que tanto amor nos regalo cada uno de sus días.
Querida María José, aunque no esté ya tu presencia, no te has ido. En verdad, nunca te irás del todo, porque seguirá por siempre tu recuerdo vivo habitando los corazones de los que te queremos.
Descansa en paz entre los ángeles que te acompañaron desde siempre en tu nombre y no dejes de cuidarnos y guiarnos en nuestros caminos.
Carmen
(Sábado 26 de junio del 2021)
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Ayer sábado pudimos al fin dar sepultura a mi cuñada. Sus cenizas ya reposan junto a las de sus padres en Galaroza, Huelva.
Hoy por fin descansa en esa tierra andaluza que ella llevaba siempre presente en su corazón y que hoy la acoge para que forme parte por siempre de si misma. En su querida sierra, bajo su sol radiante, acariciada por el viento fresco que siempre es como un bálsamo para el cuerpo y para el alma.
Descansa en paz, cuñada... aunque también fuiste, sobre todo, hermana y amiga entrañable.
Descansa en paz y ten por seguro que seguirás viva en nuestro recuerdo por siempre.
De casualidad hoy me encontré con un viejo amigo en el hospital.
Y cuando digo eso de "viejo amigo" no lo digo en balde, hace ya una eternidad que nos conocemos y hacía casi esa misma eternidad que no nos veíamos. Al parecer, los años pasan pero hay recuerdos, registos que se quedan grabados en la memoria y parecen imborrables pues así, después de casi cuarenta años, mascarillas incluidas, nos hemos reconocido.
Nico y yo compartíamos pupitre en clase en aquellos años en los que tener catorce años era mucha más aventura que tener esos mismos años en la actualidad. Los adolescentes de entonces, pese a que hoy por hoy, ya adultos y maduros no queramos reconocerlo, éramos mucho mas rebeldes, obstinados y gamberros que nuestros hijos. Aunque hay que reconocer a nuestro favor que también estábamos más al tanto de lo que acontecía y nos implicábamos bastante más en los aires de cambio que se nos venían encima.
Nico era un rebelde del estilo de James Dean en "Rebelde sin causa". Guapo a rabiar, con aquel tupe y aquel aire de chico malo que le daba la chupa de cuero, resultaba irresistible para las compañeras de curso que babeaban por él como tontas sin darse cuenta que con sus tres años más que el resto de alumnos del curso, estaba muy por encima de todas ellas.
Le gustaba sentarse a mi lado, quizás porque yo nunca fui tan loca como para ir detrás de nadie y mis pensamientos se centraban por aquel entonces en mis estudios, el teatro y el partido comunista.
¡Qué tiempos aquellos!
Nos hemos acoplado junto a la máquina del café en la sala de espera y nos hemos puesto a recordar aquel tiempo. Corría el año 1977 de una España algo convulsa que se enfrentaba a uno de los momentos claves de la transición española, sus primeras elecciones generales.
"Puedo prometer y prometo intentar elaborar una constitución en colaboración con todos los grupos representados en las cortes cualquiera que sea su numero de escaños."
Aquella fue la celebre frase del que fuera nuestro primer presidente democráticamente elegido por todos los españoles: Adolfo Suárez.
Hemos vuelto a tararear juntos aquella canción de Jarcha que se convirtió en el Himno de aquel año y aquellas elecciones: "Libertad sin ira":
Por aquel entonces aún me quedaban más de cuatro años para poder votar por primera vez en unas elecciones pero ya me codeaba con grupos de jóvenes de izquierdas, "rojos" nos llamaban los que aún esperaban que Franco regresara de entre los muertos y seguían cometiendo (de hecho aún dan algún que otro coletazo en la actualidad) todas las barbaridades que su impunidad les permitía.
"Niños de papá", "pijos", la mayoría de ellos niños ricos a los que sus papás les habían dado todo menos conciencia social. Mucho "do de pecho" los domingos en misa y nada de amor o verdadera caridad. Hijos del Régimen, "fachas", fascistas... En fin, hay cosas que sólo cambian para peor y actualmente, aquellos niños ricos han dejado paso a los hijos de los niños pobres venidos a más y eso es peor, mucho peor de lo que vivimos entonces.
En fin, que no quisiera ponerme pesada divagando sobre aquellos años.
Hemos pasado una tarde agradable en la que ambos hemos olvidado por un rato los motivos que nos han llevado a visitar el hospital. Nos hemos echado unas risas mientras nos contábamos anécdotas de entonces y recordábamos momentos que ya creíamos olvidados y también hemos tenido tiempo para recordar a los amigos que ya no están. Confieso que alguna que otra lágrima se me ha escapado, últimamente estoy demasiado sensible y lloro con mucha facilidad.
Cuando nos hemos despedido a los dos se nos han saltado las lágrimas de verdad y fundiéndonos en un abrazo apretado, sin miedo al virus ni a la pandemia ni a los consejos, nos hemos comprometido a llamarnos por teléfono uno de estos días y no dejar que el tiempo vuelva a hacernos perder el rastro de nuestras vidas.
Más tarde, cuando regresaba a casa, la radio del coche dejó escuchar una canción que aunque mucho más tardía que aquella de Jarcha, creo que esta canción de La Frontera titulada "El Límite" salió al aire en 1989, ha vuelto a traerme a la memoria muchos otros episodios vividos en mi adolescencia que de alguna manera marcaron mi vida y mi manera de ser.
Muchos de aquellos con los que compartí juventud trazaron una linea en la arena, como hiciera Francisco Pizarro allá por el 1526 en la Isla del Gallo mientras ponía la dignidad a un lado y al otro la ignominia.
Muchos se perdieron al traspasar la fina linea que separa el bien del mal.
Fueron años para vivirlos, aunque muchos pensaron que vivir era caminar al filo de una navaja demasiado afilada que nos venía, después de tanta opresión, demasiado grande.
Tiempos vividos que no volverán, tiempos para recordar y por qué no... añorar.
Ella tomó su decisión final tras unos minutos de intensa reflexión. Levanto su vista al frente mientras cerraba tras de sí la puerta que conducía a ninguna parte, a ningún lugar.
Fue triste, verdaderamente triste comprobar la verdad de aquella manera tan cruel y descarnada, pero resultó que aquella verdad desvelada era lo único que a la larga lograría salvarla.
¿Qué jamás la había querido?
En el fondo eso era algo que siempre había sabido y aun así, siempre quiso mantener viva la esperanza, pobre ilusa, de que él llegaría a amarla alguna vez.
Al principio, dolió. Aquella decisión tomada tras la última traición de él dolió tanto que pensó que moriría, que su alma se desgarraría por entero y que su corazón malherido dejaría de latir. Se resistía a creer lo que su intuición le susurraba al oído día tras día y que sus ojos habían visto. Otra mentira, otra burla del destino y aun así, pensó varias veces en volver, en correr nuevamente a su lado y permitirle seguir hiriéndola de muerte una y otra vez.
Pero resistió, lucho contra sus ganas y esa vez, venció.
Le dijo lo que debía decirle y sin escuchar las mentiras de su respuesta, se fue sin mirar atrás.
Dolor, lágrimas, soledades... todo lo fue dejando atrás. El tiempo puso de manifiesto lo mucho que valía y le recordó lo mucho que ella era antes de él.
Hoy ella camina con la cabeza erguida, mirando de frente al mañana que esta por nacer.
Se siente feliz, orgullosa de ser.
¿Y él?
Él se sintió aliviado cuando ella descubrió sus mentiras y decidió que hasta ese momento habían llegado.
En el fondo, siempre pensó que lo de ella era una rabieta y que volver, iba a volver. Volvería como siempre, arrastrándose a sus pies.
Su ego tenía el tamaño de una catedral y su orgullo jamás le permitiría reconocer que había perdido para siempre a la única mujer que todo le había perdonado, la única que le quiso por como era, que jamás le exigió nada y que lo único que le pidió, fue un poquito de su cruel querer.
Un día cayó en la cuenta de lo solo que estaba desde que ella se fue, que no tenía a nadie que escuchara sus cuitas ni lo consolara en sus penas ni le diera el amor que le ofrecía aquella mujer.
Hoy es él, el que llora su ausencia y ella, la que ya no extraña la burla de su amor.
Hoy ella le ríe a la vida y él, él llora por el perdido ayer.
Ella ya no lloraba. Hacía tiempo que sus ojos se habían secado. Si alguien lograba mirar en lo profundo de sus ojos, lo único que alcanzaba a ver era la desolación más grande. Una tristeza profunda y árida, ingrávida, como la neblina polvorienta que se puede hallar entre las dunas de un desierto.
Ni una lágrima. Su llanto era mucho más que llanto. Silencioso, seco, tan seco como seca llevaba el alma.
Así era su dolor, mudo, profundo, con esa profundidad infinita de quien se sabe y se siente... muerta.