Llueve...
Siempre llueve... Y aquel dolor que no termina de irse.
Aquel dolor que quizás jamás se fue, que quizás tan sólo se quedó escondido un tiempo. El tiempo absurdo en el que ella aún tenía la esperanza de poder alcanzar su sueño.
Llueve... Y aquel dolor...
La jaqueca inunda su cabeza y se complace en su cruel tortura. Los segundos se vuelven minutos, los minutos van lentos pariendo horas y no encuentra consuelo para ese dolor de negarse la vida. Ni siquiera la muerte que le causó su huída le dolió tanto como este dolor que la atenaza y corroe como un cáncer sin ninguna compasión.
Grita su nombre a la oscuridad que envuelve su cuarto en un intento desesperado por escapar. Suspira mientras espera lo que siente que no llegará. Pero esta vez no es como las demás, una brisa fresca acaricia sus mejillas. Una brisa llegada desde ningún lugar a aquella habitación cerrada a cal y canto.
Y la frescura de unas manos heladas, invisibles, rodea su frente y sus sienes calmando el dolor y poniendo en su mente y su cuerpo, una hermosa paz.
Eso es amor, piensa mientras las lágrimas corren por sus mejillas.
Sólo por eso le quiere...
Le quiere aunque lleve tanto tiempo muerto y no vuelva a verle jamás.
Carmen
(28 de septiembre del 2021)
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"Omnia mea mecum porto"
Soy todo lo que tengo
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