miércoles, 4 de abril de 2012

CAFÉ BAGDAD - IN MEMORIAM


CAFÉ BAGDAD
IN MEMORIAM


Hace muchísimos años, tomé por costumbre recorrer mi Madrid más castizo. Me encantaba perderme por sus calles más céntricas. Esas calles estrechas y a veces un tanto tortuosas, como las que existen en los cascos antiguos de todas las ciudades con una larga historia.

Me encantaba toparme en mis expediciones con casas de antigüedades donde solían tener exposiciones o galerías de arte de entrada libre, donde me gustaba entrar para desentrañar los secretos que los artistas dejaban impresos en sus obras y que a mi se me antojaba que cambiaban según iba cambiando la luz de la declinante tarde.

Era fascinante mirar como las pinceladas de oleo parecían cobrar una vida tras otra vida según les iba dando la luz.

Pero lo que más me gustaba era entrar en aquellos cafés con sabor a añejo. Con olor a serrín esparcido en el suelo en los días de lluvia. Con sus mesitas de mármol tipo veladores y sus lamparitas luciendo cansinamente con luz apagada y parpadeante.

Así fue como encontré el que fue por algún tiempo mi rincón favorito. El sagrado lugar que se convirtió en mi santuario y mi refugio... No recuerdo su nombre real, yo siempre lo llame: "Café Bagdad".

Recuerdo en cambio que buscaba la mesita más alejada y escondida y mientras esperaba que el camarero trajera mi café, dejaba que mi vista se recreara con todo aquello que veía y se perdiera entre  carteles enmarcados que anunciaban bebidas espiritosas, absentas y cuadros de Toulouse Lautrec.

El ambiente que allí se respiraba era tan bohemio como yo, creo que por eso me enamoró. Allí solía pasar mis horas los sábados entre el atardecer y la noche ya bien entrada. A veces, se creaban interesantes tertulias literarias o alguien extraía un viejo violín de su funda y le arrancaba sollozos que llenaban el alma de una melancolía infinita y sobrecogedora.

La mayor parte de aquel tiempo me dediqué a escribir diversas historias que giraban en torno a aquel café. Historias en su mayoría sórdidas y crueles como la misma vida. Historias donde no cabía más amor que el desamor ni más vida que la que se disipaba en el humo de los cigarrillos que llenaba aquel local. Palabras rasgadas a golpe de lágrimas que quedaron perdidas en el tiempo, suspendidas en los recuerdos polvorientos que cubrieron a fuerza de olvido, en mi saturada mente, aquel café.

Hoy ya no existe mi amado Café Bagdad y una nostalgia sobrecogedora se ha adueñado de mi al recordar aquel tiempo. Otro tiempo de algo que pudo ser y jamás fue.


Karmen
(4 de abril del 2012)

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