domingo, 20 de noviembre de 2016

LLUEVE


LLUEVE

Llueve...

En verdad, lleva todo el día lloviendo. Desde la madrugada hasta ahora que vuelve a ser de noche llueve y llueve sin parar.

Hace un rato salí a comprar unos churros calentitos para merendar y el agua que caía era tan fina que parecía que no caía nada, pero la lluvia te calaba hasta los huesos. Te envolvía como un velo de neblina fría.

La humedad se respira en el aire frio que baja de la sierra. Un viento suave, sin prisa, que hace tiritar las pocas hojas que les va quedando a los árboles, te acaricia el rostro y te obliga a guarecer las manos en los bolsillos del abrigo, mientras el cuerpo, aún sin acostumbrar al cambio brusco de tiempo, se estremece. Este esta siendo un otoño más parecido a los de antes, a los que yo recordaba de mi niñez. Un otoño que nos avisa o anuncia un invierno que se presiente helado.

Llueve...

Y la lluvia me trae siempre muchos recuerdos. Mientras mi familia merendaba un buen chocolate con esos churros doraditos, crujientes y calientes que les traje, yo me tomaba mi té de rooibos mientras miraba por la ventana.

Las gotas de lluvia rodean con un halo de misterio la anaranjada luz de las farolas, bajando aún más la intensidad de su resplandor y dejando la calle sumida en una semi penumbra que dificulta el ver con claridad lo que tienes por delante y a veces, te hace confundir las cosas.

Poca gente se aventura a andar fuera de sus casas en tardes como esta y las pocas que lo hacen, se ven apresuradas y con ganas de retornar bajo cubierto al abrigo de sus casas, de sus sillones y sus mantitas, frente al aburrimiento cotidiano de los programas de domingo que dan en todos los canales de televisión. Es el tedio dominical de las tardes frías y desapacibles del otoño que se prolonga y alarga a las tardes aún más desapacibles y frias del invierno.

Y con ese panorama a mis espaldas, no es de extrañar que mi mente vuele lejos de mi hogar mientras la taza de té calienta mis manos y veo como las gotas de lluvia se estrellan contra las aceras vacías formando charcos que se van desbordando para formar arroyos que corren ligeros calle abajo hasta perderse en cualquier alcantarilla.

Llueve...

Me gusta la lluvia y no sabría explicar muy bien el por qué. Siempre me gusto.

Me gusta la lluvia de otoño. La lluvia mansa que me trae a la memoria recuerdos dulces de castañas asadas y tardes de cine. De meriendas con los compañeros de instituto en la cafetería de Damian. De risas, de chistes absurdos que todos reíamos por igual, de bromas que ponían rojos a algunos y verdes a otros, de canciones acompañadas por una guitarra... Recuerdos de aquellas tardes de billar... Recuerdos de reuniones con los compañeros del grupo de teatro y aquellos otros compañeros que nos hablaban de patria y libertad...

¿Habéis notado como cambia todo a nuestro alrededor cuando llueve? Ese olor a tierra mojada, a hierba húmeda, a aceras lavadas...

¿Habéis notado alguna vez la libertad al sentir la cara empapada por la lluvia? Esas gotitas frías que se te clavan como alfileres en la piel y que a mi siempre me sorprenden y me hacen reír nerviosa...

Hoy pensaba en todo eso. En el olor de la lluvia, en las cosquillas de su caricia sobre la piel... En aquellas tardes de mi juventud, cuando mojarnos era un problema menor... En los amigos, tantos amigos que fueron quedando atrás... 

Y de repente no he podido contener el impulso de salir corriendo. Bajar a la calle así, sin paraguas, y mojarme. Dejar que esa lluvia me lavara la cara, arrastrara mis tristezas, limpiara de pesares mi alma y sanara para siempre las heridas que el tiempo ha ido dejando en mi corazón.

Mi familia se ha quedado alucinada... Me han dicho que estoy loca... Pero no me ha importado.

He subido empapada, es cierto, pero me siento renovada, casi nueva. Mis lágrimas se han vuelto lluvia con cada gota que me calaba y por un unos minutos he sentido que volvía a ser una adolescente. He sentido que volvía a vivir. Que estaba viva, que podía volver a soñar y sobre todo, que sería capaz de hacer esos sueños realidad. 

Que podía amar y ser amada... Que podría, sobre todas las cosas, volver a ser feliz.

Llueve...

¡Bendita lluvia!



Carmen

(20 de noviembre del 2016)


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"Omnia mea mecum porto"
Soy todo lo que tengo





LLUEVE
Jorge Drexler

Llueve y el cielo y la tierra se mojan entre sí,
se atragantan las alcantarillas
Llueve, llueve y en todos los balcones de Madrid
se está mojando la ropa tendida. 
(Si llueve la gente se pone a cubierto)
(Si llueve el pasto se pone contento)
Llueve y parece que mañana va a seguir así.
Lo asegura Meteorología.
Llueve, llueve y en todos los rincones del país
la tierra está agradecida.

(Si llueve la gente se pone a cubierto 
y el pasto se pone contento)

Llueve sobre el río,
llueve sobre el mar.
Llueve y no parece
que vaya a parar.

Llueve y el cielo y la tierra se tocan entre sí.
Se escucha el rugir del aguacero.
Llueve, llueve y en todos los rincones del jardín 
se alborotó el hormiguero.
(Si llueve la gente se pone a cubierto)
(Si llueve el pasto se pone contento)

Llueve y parece que mañana va a seguir así,
cuando ya ganaba la sequía.
Llueve, llueve y en todos los rincones del país
la tierra está humedecida.

(Si llueve la gente se pone a cubierto
y el pasto se pone contento)

Llueve sobre el río,
llueve sobre el mar.
Llueve y no parece
que vaya a parar.

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