Estás en la quietud de mis noches,
donde agazapado y expectante esperas
a que el sueño me venza
para colarte en ellos a hurtadillas.
Barres como un viento cálido
mi cuerpo desnudo y hambriento,
lo lames con tu lengua de brisa,
soplas erizando mi piel,
insuflando en mi la vida.
Y siento, presiento tus manos,
que enredan en mí,
en el pozo donde se ahonda el deseo,
que acarician y pellizcan con premura
mis enardecidos pechos
y mi alma se agita queriendo,
mariposa maravillada, levantar el vuelo.
Y me retiene el peso de tu evidencia,
tu deseo y mi ardiente anhelo,
que van prendiendo hogueras
donde sólo había rescoldos sin fuego.
Y entras en mi apoderándote de mi cuerpo,
que enardecido danza bajo el palio
de un vaivén de caderas al vuelo.
Me posees más allá de la locura,
sorteando el filo del delirio
que abre puertas al infierno.
Me tomas y me dejas,
me inundas de ti y de tu esencia,
elevándome al éxtasis que nos puebla.
Y duermes después sobre mis párpados,
saciado ya de tu desvelo,
amante de mis sueños, enamorado,
donde siempre soy tuya,
donde me doy a ti, donde me entrego.
Carmen


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