RENACIMIENTO
Me gusta pasear por la playa al amanecer. Sentir la arena húmeda bajo mis pies y la caricia fresca de la brisa sobre mi piel.
Me gusta esa soledad acompañada por el rumor de las olas, la voz embriagadora del mar que me habla, me llama, me hechiza y parece acunar mi corazón hasta hacerme estremecer.
Me gusta la tenue luz del alba momentos antes de amanecer, cuando el mar y el cielo parecen unirse, mimetizarse, confundirse en uno solo antes del suspiro triunfal del sol tomando aliento tras el horizonte para emerger con toda su fuerza y esplendor.
Me gusta sentarme en cualquier roca de la orilla mientras mi vista se pierde en esa inmensidad acuosa y las suaves y plateadas olas se acercan a mis pies en suaves caricias.
Me gusta el mar... ¡Amo el mar!
Puedo sentir como se le perteneciera, como si mi lugar estuviese en él, en sus entrañas, lejos, muy lejos de esta playa. Quizás en otras playas lejanas, antiguas. Me llama.
Su aliento salino se pega a mi piel y la humedece, la eriza, como la caricia de un sabio amante y pierdo la noción del tiempo y el espacio. Solo existimos el mar y yo.
Me gusta la intimidad de esos momentos que nadie entendería.
Una gaviota se ha posado muy cerca de mí, quizás pensó que era una estatua de sal.
Es hora de volver al presente. Siento las lágrimas resbalar por mi rostro hasta morir, como un beso, en mis labios... Regreso sobre mis pasos.
Una estrella de mar yace moribunda sobre la arena. La tomo delicadamente en mis manos y me vuelvo a mirar nuevamente a mi amado mar. La estrella mueve débilmente sus brazos, merece otra oportunidad... Otro renacer... Como yo misma. Merece volver a vivir.
Corro hacia la orilla y me adentro en el agua. Las olas me reciben con impetuosa alegría y me adentro sin importarme mis ropas mojadas.
¡Amo el mar...! Creo que ya lo he dicho antes.
El frio del agua aprieta mi cuerpo como si fuera un dogal, pero dentro de mí, siento un fuego que casi quema. Suelto la pequeña estrella en su liquido elemento, ya tiene su nueva oportunidad, mientras yo, tomo aliento y sumerjo mi cabeza en el agua que me recibe como una madre recibe a su hijo con los brazos abiertos.
Me gusta el mar...
Sumergirse en él, es como volver al seno materno.
Emerjo aún a mi pesar y regreso a la orilla de nuevo con la sensación de haber renacido yo también, de haber recibido un bautismo de agua, arena y sal. Vivificada, renacida...
Con fuerzas renovadas y una sensación de infinita libertad que me hacen comprender que ahora sí, ahora si podré volver a vivir en paz.
Carmen
(25 de junio del 2018)
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"Omnia mea mecum porto"
Soy todo lo que tengo
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