A veces, las horas se detienen en el reloj impasibles. Parecen reírse de mi desasosiego y mi paciencia, irónicas en su regocijo desafiante de caminar lento, muy lento.
Y me miran burlonas con sus ojos ciegos provocándome una ansiedad ociosa que me va derritiendo por dentro.
Otras veces, las manecillas pareciera que se han vuelto locas y corren y se atropellan, como queriendo ver quién de las dos llega primera a la meta.
Y vuelta a desesperarme, atormentada porque el tiempo no corre... vuela.
Desde que te sé y te siento, mi alma vive, sobrevive en la espera.
Esperar que pasen las horas y llegues al encuentro...
Esperar que el tiempo se detenga cuando te tengo...
Esperar que jamás llegue el temido momento del adiós.
Esperar... Esperar... Esperar mientras las horas pasan insufriblemente rápidas o perdidamente lentas.
Esperar con ansiosa alegría tu llegada...
Esperar con angustiosa necesidad tu partida...
Esperar... Esperar... Esperar...
Y las horas de mi reloj pasan sin detenerse... Lentas, como un mar en calma chicha... Rápidas como esa caída libre en la que se estrella mi vida...
Y las horas de mi reloj pasan sin detenerse, te traen y te llevan como las olas de ese mar que acaricia las arenas de mi playa.
Y las horas pasan... pasan de largo sin detener la vida.
Carmen
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"Omnia mea mecum porto"
Soy todo lo que tengo


