Poco a poco ella fue aprendiendo a sobrevivir. El tiempo secó sus lágrimas y entonces supo que lo que él le enseñó con sus intermitentes despedidas fue que todo continua, que nada perdura, que tan solo evoluciona. Aprendió que el silencio grita más fuerte que las palabras y que no existe la distancia cuando se está dispuesto a seguir.
La única compañía viable es la que uno mismo puede brindarse; no es bueno basar la propia felicidad en la de otros ni aferrarse a lo que nunca fue cierto y mucho menos nuestro.
Carmen
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