Es tarde,
madrugada de cualquier día.
Pudo ser ayer,
puede ser hoy,
podría ser mañana.
Da lo mismo,
las horas sólo pasan,
sólo llegan y se van.
Parecen querer decir
pero callan sin más,
lentas y torpes,
arrastran los segundos
de cada minuto
que encadena las horas
en este reloj de arena,
esa arena que escapa
entre mis dedos dormidos
como si fuera agua.
Días que dan paso
a noches largas.
Noches que pasan
sin pena ni gloria
abatiendo mi vuelo,
cortando mis alas,
acercándome a la meta final.
Es el paso inexorable
del tiempo que me acerca,
firme y seguro hacia
la muerte de manera callada.
Y espero tranquila,
ya no me quedan lágrimas
ni fuerzas ni fe ni esperanza.
Carmen
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