Quien ha nacido en España sabe bien lo que significa ser español, porque a España se la lleva prendida al alma, bien guardada en el corazón.
Eso precisamente fue lo que pensó Gregorio el primer día que pisó suelo alemán en busca de un futuro que en su tierra no parecía vislumbrar. Tenía apenas diecinueve años cuando emigró, hacia Alemania y sus minas de carbón.
Gregorio se despidió de sus padres y hermanos en el mismo andén de la estación y en aquel instante, mientras contenía como podía las lágrimas que pugnaban por salir y ahogarle al decirle adiós a su madre, en aquel mismo instante, sintió como una fina fisura se abría en su corazón.
Patria y madre, no hay nada más doloroso que tener que despedirse el mismo día de las dos por un tiempo indefinido que para aquel joven delgado y mal vestido, suponía una muerte en vida y la más grande tristeza que era capaz de imaginar. La incertidumbre sobre su destino, la incógnita de cómo sería su nueva vida en un país extraño donde hablaban un idioma que no era el suyo lo llenaban de miedo y quiso llenar su mirada con la imagen de su pobre madre, el dorado de los campos de su patria bañados por los cálidos rayos del sol.
La Cuenca del Ruhr era por aquel entonces la región minera más importante de Alemania y precisamente allí terminaba su viaje en aquel tren. Encontró trabajo en una de las minas sin problema y junto a otros muchos inmigrantes de otros muchos países, bajó cada mañana a la mina. Allí, a cientos de metros bajo tierra, en la oscuridad de aquellas galerías, fué aprendiendo el idioma de su nuevo país y aprendió algo mucho más importante. Aprendió que en la mina, no existían razas, religiones ni clases sociales. Allí abajo, todos eran iguales. Respiraban el mismo aire cargado de polvo de carbón y sílice y al salir tras la dura jornada de pico y pala, todos llevaban en sus caras y sus cuerpos un único color, el color negro que les cubría, el tizne del mineral que extraían. Pero había algo mucho más grande entre aquellos esforzados hombres, un sentimiento de unidad, aquel cuidarse unos de otros donde no tenían cabida egos ni bravuconadas, porque el error que pudiera cometer uno de ellos podía ser mortal para sus compañeros.
Formaban una gran familia donde todos se ayudaban y se respetaban por igual. Allí se casó y formó su propia familia y aprendió también a amar su nuevo país, pero nunca logró olvidar su España y a veces, en la oscuridad de la mina, durante alguno de los descansos, lloró al recordar a su madre y aquellas tierras de su patria que no podía olvidar.
Pasaron muchos años, siempre soñando con regresar y ya cuando estaba jubilado y las arrugas poblaban su cara, le gustaba escuchar aquel pasodoble tan suyo y tan español. Aquellos "Suspiros de España" que le parecían salidos directamente de su viejo corazón y con su voz ya cascada por los años, no podía dejar de tararear aquella canción:
Siento en mí triste emoción.
Me voy sufriendo lejos de tí
Y se desgarra mi corazón.
Nunca el sol me alegrará.
En el vergel de España, mi amor,
Como una flor siempre estará.
Dentro del alma te llevaré,
Cuna de gloria, valentía y blasón.
España, ya nunca más te he de ver.
De pena suspira mi corazón.
Si con el viento llega a tus pies
Este lamento de mi amargo dolor,
España, devuelvelo con amor,
España de mi querer.
Siento en mí triste emoción.
Me voy sufriendo lejos de tí
Y se desgarra mi corazón.
Nunca el sol me alumbrará.
Ya nunca más tu suelo veré,
Lejos de tí, de pena moriré.
España mía, ya no te miro.
Tú eres mi guía.
Por ti brotan mis suspiros,
Tú eres toda mi alegría.
De noche y día yo no te olvido.
¡Ay, quien pudiera,
¡Ay quien volviera.
Qué no daría
Por mirarme, patria mía,
En tu cielo azul.
En mi soledad
Suspiro por ti.
España, sin ti me muero.
España, sol y lucero.
Muy dentro de mí
Te llevo escondida.
Quisiera la mar inmensa atravesar,
España, flor de mi vida.
Como le pasaba a Gregorio, les pasó a otros muchos españoles que en la década de los 60 del siglo pasado, tuvieron que dejar familia y terruño y emigrar lejos buscando un futuro que aquí no tenían. Sin duda encontraron otra vida y otras gentes, pero jamás olvidaron su España, porque a España la llevaban cosida al alma y guardada como un relicario, dentro de sus corazones.
Carmen
(4 de febrero del 2022)
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"Omnia mea mecum porto"
Soy todo lo que tengo
SUSPIROS DE ESPAÑA
por Manolo Escobar
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