SOLA
Llovía.
La tarde había roto en un llanto desgarrador. Un torrente de agua que bajaba peligrosamente por la avenida vacía y la mujer con la mirada perdida, sentía más que veía, el caer de la lluvia inundándola por dentro como si de repente se hubiera convertido en parte misma de la tormenta.
Las lágrimas resbalaban por sus mejillas sin ni siquiera ser percibidas. Era como ir derramándose, como ir vaciando el gran dolor que le rebosaba el alma. Se sentía suspendida entre dos mundos, el de la vida... el de la muerte. Como si caminara peligrosamente al filo mismo de la navaja. Sabiendo que un paso en falso, un simple tropiezo sin importancia, podría inclinar el fiel de la balanza hacia un lado u otro sin que nadie pudiera pararla.
De espaldas al mundo, abandonada, envuelta en un manto de impotencia. Se sentía tan sola... tan perdida.
Toda su piel rezumaba tristeza, una tristeza infinitamente larga. Casi podía decirse que toda ella era eso mismo, tristeza. Eran tan pocos los momentos felices que recordaba...
Siempre lo había sabido. Siempre supo que se marcharía, que igual que había llegado a ella, un día cualquiera desaparecería nuevamente de su vida. Siempre había sido consciente de ello, había aceptado que así sería, había asumido que sus destinos se habían cruzado por un tiempo para separarse nuevamente y tomar caminos distintos, tan distintos que por siempre los alejaban.
El silencio... El silencio fue lo peor de aquel proceso de volver a ser ella misma. Aceptar su perdida, su fracaso, era algo que ya tenia asumido, algo con lo que siempre contó, pero el silencio era como una losa bajo la cual se sentía enterrada, aislada, olvidada y en la angustia del no saber, podía percibir como se le iba escapando día a día la vida.
Se secó las lágrimas. Fuera, la lluvia amainaba y dentro de ella, la tristeza perduraba. Honda, como una herida profunda que jamás habría de cicatrizar pero que sabía que debía mitigar hasta aplacar el dolor que no la abandonaba.
A lo lejos, en el horizonte, un rayo de sol brillo repentino y vino a estallar en el cristal de su ventana. Sorprendida, sintió brotar de su pecho algo cálido que se tradujo en la sonrisa que ahora pintaba su cara y supo de repente que aquello que comenzaba a dibujarse en sus pensamientos era la "Esperanza".
CARMEN
(7 de junio del 2020)
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"Omnia mea mecum porto"
Soy todo lo que tengo
"SOLA"
Diana Navarro
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