sábado, 3 de febrero de 2018

FATIDICO ENCUENTRO

"Eterea"
Pintura de Maria Cristina Baracchi*


FATIDICO ENCUENTRO

Fue a finales del verano cuando Dimas llegó a aquel pueblo perdido entre las montañas. Era el nuevo médico del lugar. Dimas era joven...con el ímpetu y el descreimiento de la juventud. Había acabado pronto la carrera; todos le habían augurado un destino feliz y fructífero, pero él prefirió empezar en aquel pueblecito perdido de la mano de Dios. 

Le gustaba perderse por aquellos parajes fantásticos y escuchar el canto temprano de los pájaros. Los lugareños, al principio desconfiados, recelosos de su juventud, pronto aprendieron a quererlo y le aceptaron como a uno más. 

Gustaba Dimas de ir por las tardes a la cantina a departir con los más ancianos.....le perdían desde pequeño las historias polvorientas y antiguas. Siempre había alguien dispuesto a contar alguna historia fantástica mientras jugaba su partida de cartas con el señor cura y el maestro. 

Era además de joven, lo que al decir de las gentes se conoce como un buen partido.....Y en verdad, Dimas prometía. Era alto, moreno y con un buen porte. Las muchachas del lugar andaban loquitas por él. Suspiraban cuando le veían pasar frente a sus casas y más de una enfermó sólo porque él la visitara, pero Dimas era ajeno a aquel juego de juventud. 

Llegó en otoño con sus primeros fríos. A decir de los ancianos el invierno sería crudo y mortal....Morbosamente hacían apuestas en la taberna sobre cuantos de ellos caerían aquel invierno. 

Avanzaba el mes de octubre y una mañana en la que Dimas había salido al rayar el día, en uno de sus paseos matutinos, a eso de pasar por el cementerio del lugar, alcanzó a ver a una joven entre las brumas del alba. Llevaba el pelo suelto, negro como el ala de un cuervo y le ondeaba al viento.....pero lo que le llamó la atención fueron sus ropas....la joven vestía de negro....pero aquellas vestimentas hacia tiempo que se habían dejado de llevar. Ya las mujeres no llevaban aquellos vestidos largos de seda. 

Fue sólo un momento....pero alcanzó a ver su rostro pálido y sus labios que resaltaban rojos como una rosa apunto de abrir....La joven entró en el cementerio y cuando Dimas llegó a la altura de las puertas del mismo y quiso asomarse, ésta había desaparecido. Como se extraño de aquel suceso, pensó que más tarde se lo comentaría a José, el cura que se había convertido en un buen amigo. Pero el día pasó y Dimas se olvidó de la joven y del casual encuentro. 

Se aproximaba ya la noche de difuntos, apenas restaba una semana, cuando de repente la muchacha volvió a cruzarse en su camino, distante, esquiva, etérea....Dimas la llamó más de una ocasión, incluso un día se decidió a seguirla, pero la perdió entre los árboles que casi desnudos contemplaron su frenética carrera. 

Aquella noche en la taberna....más pensativo que nunca, mientras tomaba su ya habitual copa de Bourbon, alguien contó la historia de Xandra....Una historia terrible y dramática. La historia de una joven del lugar, hermosa como ninguna, que había sido cruelmente engañada por un hombre rico. Xandra se había suicidado mientras juraba que no descansaría hasta vengar el engaño. Un escalofrío recorrió la espalda de Dimas. Un mal presentimiento. 

Pero nada le hacia relacionar aquel relato con la joven que le había robado el sueño. En la mañana del día treinta y uno, Dimas despertó envuelto en un sudor frío y angustiado...Había soñado con la joven y el sueño que aún le colgaba de los párpados era horriblemente triste....En su sueño la joven le llamaba angustiada y el no podía alcanzarla, no podía ayudarla. Cuando bajó a la taberna a desayunar, José, el cura, se encontró con él y le preguntó que tenía....parecía febril, enfermo. 

Dimas le contó lo que estaba pasándole desde algunos días atrás... Le habló de la bella joven que había conocido… Le habló de su etérea presencia, le habló de con cuanta urgencia necesitaba encontrarla, de que su amor por ella iba a estallar en frenesí. El párroco le escuchó paciente apurando su copa de aguardiente...sin apartar la mirada de su amigo, serio....demasiado serio y callado al parecer del joven médico. 

Cuando terminó Dimas de contarle la historia a su amigo, el párroco metió una mano en uno de los bolsillos de la sotana y sacó un crucifijo de madera. Se lo tendió y le instó a que se lo pusiera. Dimas sonrió incrédulo y como en broma, cogió el crucifijo y se lo colgó del cuello. 

El día transcurrió sereno, placido, como todos los días desde que había llegado a aquel pueblo. El sueño había quedado relegado al olvido. Nada hubo que le recordase de nuevo a la joven, ninguna señal del cielo o el infierno le avisó de lo que había de sucederle aquella noche. 

Era ya tarde cuando recibió el aviso de que uno de los lugareños...el mas alejado del pueblo, se encontraba mal. El nieto del hombre había ido a buscarle y Dimas había acudido a la llamada del enfermo. Pasó mucho tiempo con el hombre hasta comprobar que éste quedaba en mejor estado y que la fiebre había bajado. La familia insistió en que pasara allí la noche....que no saliera con aquel frío, que era noche de difuntos, pero Dimas se rió y decidió regresar a su casa. 

A medio camino le pareció que una sombra andaba por delante de él. Un perfume dulce y exquisito le lleno de repente y un extraño éxtasis le inundó el corazón. Y de pronto la vio en una revuelta del camino. Estaba sentada sobre una piedra y parecía esperarle. El corazón enamorado se le desbocó y acalló a la razón. De nada le sirvió que la mente le enviase señales de alarma diciéndole que no era posible que nadie en su sano juicio, humano o no, estuviese sentado allí a aquella hora y con aquel frío. 

Llegó a su altura y esta vez la joven no le rehuyó. Dimas le habló, le habló con la voz pastosa y torpe de los enamorados y ella levantó a él su cara y le miró....¡Dios mío! ¿Cómo pensar mal de aquel rostro divino y angelical?, ¿Qué mal podía encontrarse tras aquellos ojos que la luna enorme y llena le hacían adivinar? 

El aire trajo a sus oídos el toque de la campana de la iglesia. Media noche, comenzaba el toque triste por los difuntos. De repente, la joven le abrazó...Dimas estaba maravillado de aquello, la cabeza le daba vueltas y temía perder el control...El también la abrazó, era tan frágil, tan liviana, tan....tan fría..... 

Y aquel olor penetrante y dulce que desprendía, 

¿A que le recordaba aquel olor?....No podía relacionarlo con nada concreto pero le era tan familiar....La joven comenzó a besarlo, pero sus besos no eran lo que él había soñado...Eran fríos, helados...Y sintió miedo y sintió ganas de salir corriendo de huir de aquellos brazos hasta hace un momento tan añorados...Pero no podía soltarse del candado de sus brazos. La cruz de madera que José le había dado parecía quemarle en su pecho... parecía pesarle como si en vez de madera fuese de piedra. Y una voz interior le dijo que gritara al viento mientras aferraba la cruz entre sus mano: "¡Vade retro, Satanas!". 

Y lo hizo y aquel ser idealizado por él de repente le soltó de su candado y pudo ver de nuevo su rostro antes amado....Y era horrible y morboso, era la muerte en cuerpo de mujer, lascivo y tenebroso. 

Y corrió...corrió por los campos como un loco. Nada le importaban las piedras que frenaban sus caídas ni las ramas de los árboles que le arañaban la cara....sólo quería huir.... Huir de aquel horror sin rostro. 

A la mañana siguiente los lugareños, extrañados por su ausencia y apremiados por el párroco que presentía que su amigo se había encontrado al fin con un incierto destino, salieron a buscarle. Después de mucho andar por los campos llamándole, le encontraron agazapado bajo un castaño. 

Tenía el pelo blanco y la mirada vacía y perdida en el infinito.....Sus labios temblaban entonando una oración y en su mano derecha aferraba la cruz de madera que su amigo le dio. 

Había salvado su alma, pero había pagado un alto precio por su salvación.


Carmen

(3 de febrero del 2018)


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"Omnia mea mecum porto"
Soy todo lo que tengo

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Maria Cristina Baracchi es una artista italiana nacida en Modena.


Su amor por el arte le viene de familia, dado que es nieta de otro famoso pintor, escultor y músico, Leopoldo Baracchi y ha ganado multitud de premios participando en concursos nacionales e internacionales de pintura

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