Esta vez sí, pensé mientras mi alma se estremecía emocionada.
Después de tantos eones por fin estaba aquí. Podía mirarle a los ojos, escuchar su voz, extasiarme con su sonrisa... Por fin estaba aquí...
Recordé cuando éramos una sola llama, una sola alma. Toda la Paz, toda la Felicidad, todo el Amor infinito e incondicional que nos llenaba. Nuestra dicha era el mismo Universo en formación, la misma Eternidad.
También recuerdo el doloroso instante en que tuvimos que separarnos, en que fuimos divididos. Dos mitades de una sola verdad, una sola alma. Iguales, rutilantes, como dos estrellas gemelas naciendo a la vez y recuerdo mi temor al separarnos, al alejarnos por senderos estelares distintos y distantes, para cumplir nuestro Camino, nuestra misión.
Recuerdo su promesa. Aún resuenan en mi alma sus palabras... "Te encontraré. No se cómo, no se dónde, no se cuándo, pero te encontraré y juntos volveremos al Hogar. Espérame... Te encontraré."
Pasaron tantos eones desde entonces...
Tantas vidas...
Al principio, desde mi nueva realidad, con mi nuevo cuerpo humano recién estrenado, tan frágil, tan sensible, miraba a las estrellas allá en lo alto, en la inmensidad de mis noches y pensaba en él.
Una vida tras otra esperando el instante, soñando con su llegada, buscándole en cada ser que se me cruzaba. Creyendo verle a lo lejos para correr a su encuentro y no hallarle.
Decepción tras decepción. Cuantos dolores y cuantos sinsabores vividos. Tantas lágrimas derramadas que hubiera podido inundar un desierto con ellas y convertirlo en un vergel.
Y cuando ya casi le había dado por perdido, cuando ya sólo era un recuerdo lejano encerrado en la cámara secreta de mi corazón donde se refugiaba mi alma, apareció de nuevo ante mi.
No puedo expresar el gozo, la dicha infinita que sintió mi Ser al reconocerle, al reconocerme en él.
Dos espejos reflejándose, pupila frente a pupila, mientras se acariciaban nuestras almas abrazándose con la sin igual dulzura del más infinito Amor.
Y fueron pasando los días. Días de vino y rosas, como aquella vieja canción de Lucho Gatica.
Y algo en él cambio. Algo oscuro enturbió nuestro cielo y se recreó martirizando mi pobre alma que no alcanzaba a comprender el por qué.
Y volvió el dolor más inmenso aún, porque este dolor me lo causaba esa parte de mi que habitaba en él.
Y volvieron las lágrimas, mucho más amargas, porque esa amargura provenía del corazón que yo tanto amaba y que guardaba en su interior mi propio corazón.
Yo, que por él hubiera dejado de existir si así me lo hubiese pedido... Yo, que renuncié a mi vida entera por consentir su capricho... Yo, que había ofrecido mi existencia entera a hacer el bien, a ser mejor, a crecer... Caí en el abismo profundo de la decepción y deje de creer.
El silencio... Su silencio, mucho peor que el peor de sus insultos.
El dolor... El dolor que me causo su desamor, su burla.
La humillación... La humillación al sentir sobre mi ser su juicio y sentencia sin derecho a defensa alguna.
Y nuevamente tomé mi armadura y acoracé mis sentimientos.
Mi corazón, tantas veces vapuleado por las ofensas de su lengua, endureció como un diamante y mi Ser, cargado de dudas y soportando las llagas de sus injusticias, se negó a seguir creyendo que para mi habría un buen final.
Ya todo me daba igual... No quedaba nada... No pudo ser.
El reencuentro de nuestras almas, no pudo ser.
Pasarán eones nuevamente y quizás otra vez se vuelvan a cruzar nuestros Caminos, no sé.
Pero ya no espero nada porque en nada creo, porque nada espero, porque yo que creí que había llegado el fin de mi tormento, me equivoqué y no me quedan fuerzas para seguir, para iniciar un nuevo comienzo, otro Camino, otras vidas, otros sueños.
Y me quedaré aquí, en mi abismo, con mi única compañera de sendero, con mi soledad.
Aunque me falte mi otra ala... Aunque ya jamás pueda volver a volar.
Cuando estas enojado, furioso… Cuando sientes rechazo hacia ti o hacia otros seres…
Cuando sientes que en tu corazón se instala el rencor o el odio…
Dime… ¿Vives? ¿Puedes sentirte vivo? ¿Puedes sentir que estas viviendo tu vida? ¿No será que simplemente tu YO se ha escondido dentro, muy dentro de ti y hay otro tu viviendo a traves de ti una vida que no es la tuya?
Cuando te ciegan los celos, la envidia, la rabia, tu YO Divino sufre, pero respetando el don que te fue concedido, el don del libre albedrío, calla. Guarda silencio aunque reconoce la injusticia que cometes no con otros, sino contigo mismo. Porque por mucho daño que puedas infringir a otros seres con tus actos o con tus palabras, en el fondo es tu Ser el que mas sufre.
El enojo, la envidia, la rabia, son pensamientos muy negativos que engendran otros pensamientos más negativos aún, como el odio, el rencor, la venganza… que a su vez provocan que actuemos bajo las ordenes de la oscuridad. El sentido de la realidad se nubla, los sentimientos puros se opacan y todo nuestro mundo se encoge y empequeñece porque se limita a ese estado de negatividad en que se reconcentra y pliega nuestra alma. Como una ostra, nuestro YO, retrocede a esa parte oscura de nuestro corazón. A esa cámara sagrada donde nada ni nadie pueda dañarlo y vuelve a tener frio y a sentir el miedo. Y si en esos momentos de enfado os miramos en un espejo, comprobaremos que ese reflejo que nos devuelve, no es el mismo de siempre, sino el de otro ser mucho peor.
Sin darnos cuenta, cuando albergamos negatividad en nuestro interior, somos nosotros mismos los más dañados, pues nos estamos negando el don de la vida y el más precioso don que es el amar y ser amados.
Cuando permitimos que cualquier cosa ajena a nosotros mismos, una palabra, un comentario, un insulto, dichos por alguien a quien quizas ni conozcamos nos alcance y nos hiera, le estamos dando a ese ente el poder de manejarnos a su antojo. Sin embargo, cuando eludimos con una sonrisa aquellas oscuridades que tratan de lanzarnos, la victoria será nuestra, pues una simple sonrisa o un gesto amable bastaran para desarmar e iluminar la más terrible de las oscuridades.
Se que muchos estaréis pensando al leer mis palabras que no es fácil muchas veces eso de no enojarnos o no caer en estados de ira o colera ante aquellas cosas que sentimos injustas… También se que no, no es fácil sonreír ante lo injusto o poner la otra mejilla para que vuelva a golpearnos la realidad. Somos humanos y por tanto, tenemos… ¿Cómo podría expresarlo para que se me entendiera?… Sí, somos humanos y tenemos “derecho a la pataleta”. Hasta Jesús El Cristo se permitió un momento de enojo cuando se enfrento a los mercaderes en el templo.
Todos tenemos derecho a caer, pero también tenemos la obligación de levantarnos. Tenemos la obligación de vivir, de equivocarnos, de ser felices pese a todo.
Por todo esto vuelvo a preguntar:
¿Vives? ¿Te sientes vivo o permites que otro que no es tu YO verdadero, viva por ti?
Fueron deshojando la margarita del amor de a poquitos, entre tantas excusas y reproches, tantos silencios malintencionados, tantas despedidas sin adiós, que cuando paso el ángel de la muerte entre los dos, el ángel que corta para siempre los hilos del amor, ninguno de los dos lo vio.
Y así ocurrió que el final que desde hacia tiempo venia siendo un final anunciado, llegó sin previo aviso, les arrancó uno a uno los deseos de amarse como quien le arranca los pétalos a una flor y con su aliento de hielo, les helo el corazón. Y ya no necesitaron excusas que maquillaran el desamor.
Sin mas mentiras que contarse ni pétalos por arrancar, con este final anunciado... pusieron fin a su malogrado amor.
"Una cabeza llena de temores no tiene espacio para los sueños."
FRAGILIDAD
¿Dónde radica la fragilidad del ser humano?
¿En su mente o en su corazón?
Porque el corazón es sin duda frágil y se le hiere con suma facilidad, sobre todo si se tiene un corazón sensible. Pero la mente... la mente es quizás, al menos así lo pienso, la parte más frágil y débil del ser humano.
Siempre debatiéndose entre la guerra y la paz, lo bueno y lo malo, el amor y el desamor, lo blanco y lo negro... Almacenando pensamientos que inducen al miedo... a la muerte... Pensamientos que no dejan espacio para los sueños...
Fragilidad...
Fragilidad que no siempre es debilidad.
También existe la fragilidad dentro de la mayor de las fortalezas, pues en un momento dado, todos somos vulnerables al miedo, al duelo, al quebranto. A la renuncia de nuestro propio ser. A la negación...
Fragilidad...
Fragilidad de un fino cristal... Como un suspiro al viento... Una brisa...
Pero también...
Fragilidad de una tela de araña... Tan fácil de destruir y tan fuerte para soportar todo aquello que le cae encima.
Y pese a todo, yo prefiero la fragilidad de un corazón sensible que llora y sufre mientras se desangra, a la fragilidad de una mente cargada de odios y miedos que es incapaz de crear, amar, soñar...
Quiero tener la fragilidad suficiente para enfrentar la vida entre risas y lagrimas y ser capaz de vencer los miedos que quieran robarse mis sueños mientras rompen mi corazón en mil pedazos.