Y al despertar en la mañana, ella ya presintió que aquel iba a ser un día especial; un día que traería cosas buenas nuevamente a su vida. En la ducha, se permitió disfrutar del agua resbalando por su cuerpo desnudo y más tarde la caricia de la toalla secando su piel. Frente al espejo, volvió a descubrir su rostro, casi olvidado a fuerza de ignorarse desde hacía tanto tiempo. Sus ojos, brillando con una nueva luz casi olvidada y en su boca una dulce sonrisa. Pintó de un rojo suave sus labios, vistió su cuerpo con prendas cálidas, se calzó sus zapatos preferidos y salió con paso firme dispuesta a comerse el mundo. Era el inicio del resto de su vida e iba a vivirlo y disfrutarlo.
Carmen
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