lunes, 11 de julio de 2022

LA TRINCHERA



La noche está especialmente oscura.

Negra, como su futuro, piensa.

Hoy ni siquiera se ve el brillo apagado de las estrellas. Un cielo encapotado, de luto, cubre sus cabezas.  

La noche está negra y silenciosa.

Mal presagio. 

Una calma tensa donde no suenan los disparos enemigos; tan solo, algún lamento lastimero de vez en cuando. Han amontonado los cadáveres al fondo de la trinchera. Padres, hijos, hermanos. Da igual, algunos son apenas niños que murieron sin llegar a comprender el por qué de esta cruenta guerra.

Hace frío.

Hace un rato que dejó de llover pero ahora, un viento helado les pega los uniformes al cuerpo como una segunda piel, helándoles hasta los huesos.

Un compañero prende un cigarrillo sosteniéndolo en su mano ahuecada para no delatarse con el brillo de la brasa. Otro compañero sostiene una foto apretándola contra su pecho. Tiene la mirada perdida más allá del cielo infinito. 

En algún lugar inconcluso se escucha un sollozo. Otro llama quedamente a su madre, pero él tan sólo atina a rezar en silencio.  

Reza por ver un día más.

Reza porque no nieve esa noche.

Reza por los compañeros muertos.

Reza por su familia perdida.

Reza por los compañeros que aún le quedan.

Reza por comprender todo aquel vano sufrimiento.

Pero sobre todo, reza porque termine de una vez la guerra.

De repente suenan las alarmas. Todos saltan fusil en mano, todos menos él, que se queda paralizado.

Presiente qué va a pasar…

Gritos, disparos cruzados, cuerpos que caen a su lado.

Silencio…

El zumbido del obús sobre sus cabezas.

Todo estalla…

Todo se vuelve rojo y negro en un segundo.

Y luego…

Luego todo termina y con el fin del sufrimiento, llega la nada.

Pequeños copos de nieve se desprenden de las nubes negras. Un manto helado va cubriendo aquella incongruencia.


Carmen

(11 de julio del 2022)



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"Omnia mea mecum porto"
Soy todo lo que tengo


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