Anoche tuve un sueño extraño. Estaba en una playa, sentada sobre la fina arena y con mis pies acariciados por las olas que suaves parecían venir a besarme una y otra vez.
El aire era fresco, salino y mis ojos se perdían mirando al lejano horizonte como esperando ver aparecer algo entre la bruma nocturna. De repente, un tenue resplandor azul estalló y se agrandó mostrándome un sin fin de mundos, galaxias, soles, lunas. Rápidamente, me vi envuelta en aquella luz, en aquella maravilla, como si no existiera nada más que el espacio y yo, como si flotara por el Universo.
Nunca me sentí tan pequeña como anoche. Jamás me sentí tan grande como entonces.
Saberme parte de aquel todo, aquella inmensidad. Podía percibir, pese a ser un sueño, la magnitud de todo aquello. El silencio infinito, la oscura soledad. El tiempo sin tiempo... El deseo de que aquello no terminara jamás.
Nunca me sentí mejor que entonces y sé que nunca volveré a sentirme igual.
Hoy, despierta ya, sintiendo el calor abrasador del sol diurno sobre mi piel, pienso si en verdad fue un sueño o si acaso fue real. Quizás mi imaginación supero todas sus expectativas y aquellos mundos existan en algún lugar y si fuera así, ojalá y algún día pueda volverlos a encontrar.
Carmen
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"Omnia mea mecum porto"
Soy todo lo que tengo
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