Y DE REPENTE LA NOCHE
Y de repente la noche se hace verbo.
El verbo amar entre instintos y pasiones,
el verbo quemar el deseo imperturbable,
el verbo robar desde lo oscuro y hacia dentro
de los recuerdos imborrables.
Un gato maúlla lastimero en una ventana,
un borracho apresura su bamboleante caminar,
una mujer cansada recorre somnolienta
por enésima vez la acera vacía...
Y el aire huele a azufre y pólvora
cuando restalla en el cielo el látigo de fuego
del rayo que cruza veloz sembrando miedo
y dejando a su paso un silencio de cementerio.
Y la noche queda en suspenso
sostenida sólo por alfileres inciertos.
Se agazapa entre nubes espesas y espera,
espera la llegada de ella,
hermosa, brillante, etérea,
redonda como una quimera, plena.
Ella, la dama que todo lo ve y todo lo sabe,
la que controla los miedos.
Llega, se asoma inmensa al balcón
rasgando los velos que la ocultaban,
barriendo la oscuridad con su sonrisa
haciendo balance y saldando cuentas.
Y el gato triste ya no maúlla en la ventana,
se ha ido a rondar por los tejados del barrio.
Y el borracho ha detenido si andar confuso
frente a un portal que le espera somnoliento.
Y la mujer ya no camina por la acera solitaria,
cuelga del brazo de un caballero vestido de negro
con el que ira a soñar hasta la madrugada.
Y el mundo recobra la vida que por un instante
la noche y el verbo le robo dejándole
sumido en la oscuridad de la vacía nada.
Carmen
(6 de marzo del 2020)
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"Omnia mea mecum porto"
Soy todo lo que tengo
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