MAÑANA DE NIEBLA
Hoy el día se levantó envuelto en un velo gris de fría
niebla. La ciudad, mi ciudad, ayer alegre y bulliciosa hoy despierta agazapada
jugando al escondite entre la bruma y las sombras. Lánguidas lloran las ramas
de los árboles y el cielo entero parece
derramarse en humedad sobre el pañuelo del suelo mojando las aceras.
No me gusta esa sensación algodonosa que la niebla me da.
Ese sentir que me miran, me siguen, me celan… Sentir que el peligro invisible
de algo monstruoso puede acechar. La incertidumbre, la angustia que me aferra
del cuello y corta mi respiración cuando parece que olvidara respirar.
No me gusta pensar que pierdo el control de mi vida y el
dominio absoluto de mi entorno, que desdibujado, parece burlarse de mí,
mientras me hace guiños y roza mi rostro con sus dedos helados esa niebla que
cubre todo a mi paso como el vendaje de una herida que nunca terminara de
sanar.
No me gusta, no. Y de nada sirven las promesas que todos
anuncian mientras salmodian el refrán: “Mañanita de niebla… tarde de paseo.” No
compensa la promesa de un rayo de sol la incertidumbre que me causa esa niebla
que me hace sentir vulnerable y pequeña ante algo desconocido que no puedo
controlar.
Y de repente me topo de bruces con alguien que me increpa
que a ver si miro por donde voy… ¡Cómo si fuera fácil!
Y me indigno. Me indigno con el sujeto en cuestión, me
indigno con lo absurdo de la situación, me indigno con la niebla, me indigno
con… En fin, ¡qué me indigno sin más! Y sigo caminando entre la niebla hasta
que mis pasos se pierden en las calles de otra imaginaria ciudad. Una ciudad
que sólo existe para mí en mi imaginación. Y entonces es una risa la que me
asalta desde la nada. Una risa alegre, con la alegría de mil campanas que
anuncian la Paz. Una risa esperanzada. Y me afano por descubrir su origen, me
paro, escucho atentamente y la risa se calla… Sigo caminando y la risa asoma de
nuevo, tímida al principio para coger brío nuevamente mientras acompaña mi
acelerado caminar.
Las dudas desaparecen, el miedo desaparece… Mis pasos
resuenan ahora firmes, seguros, con el repiqueteo de mis tacones que van
marcando el ritmo de mi seguridad… Y me descubro tarareando una canción entre
dientes y una alegría brotándome del acelerado corazón… Y de repente la niebla
comienza a levantar el velo que dejo caer sobre mi amada ciudad y tímido, un
rayito de sol se cuela por un agujero de la fría humedad… Y descubro que la
risa tenía dueño… Y ese dueño era mi pecho… Y atrapando en mis labios el rayito
tímido del sol, sonrió a la vida y le doy la bienvenida al nuevo día con el
alma henchida de felicidad.
CARMEN
(2 de febrero del 2013)
Copyright©
Que relato tan encantador y tan realista, porque describe esa extraña sensación de inseguridad, de misterios, incertidumbres y miedos que nos provoca ese estado de aislamiento espacial que nos provoca caminar en la niebla. Es... como si estuviésemos transitando entre la realidad y lo desconocido, donde el Ser físico se desorienta en relación a su entorno, al perder visualmente todas aquellas referencias o elementos que uno espera ver para orientarse en su caminar. Es cuando nos atacan nuestros miedos y fantasmas y nos sentimos como indefensos y vulnerables. Gracias . Es un precioso regalo lo que has escrito, para disfrutar de su lectura. ! Eres genial..! T.A.I - D'Ard
ResponderEliminar