Desde muy pequeña le habían fascinado los trenes, sentarse en un banco de la vieja estación e imaginar que viajaba en uno de ellos recorriendo el mundo entero tras mil y una aventuras. Cada atardecer, se sentaba en el mismo banco e iba anotando en su pequeña libreta todo aquello que se le ocurría. Jamás se casó, amaba demasiado la libertad que le brindaba su soltería. Su existencia fueron los trenes que nunca tomo, los viajes que jamás hizo y los países que jamás vio. Miles y miles de palabras que a los ojos de sus lectores la convirtieron en una gran escritora, una mujer de mundo ¡Si sus lectores supieran la verdad…! Así pasó su vida, pero aquel día no era un día como cualquier otro día. Su vida llegaba a su fin, ni siquiera necesito una confirmación médica para saber lo que ella ya sabía y a su avanzada edad, decidió que aquel tren, sería el primer y el último tren en el que viajaría. El último tren de su vida.
Carmen
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"Omnia mea mecum porto"
Soy todo lo que tengo
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