Imagen de Enrique Meseguer en Pixabay
CONFESIÓN.
Sí, lo confieso.
Confieso que yo no soy esa mujer que se refleja en los espejos. No puedo ser yo, no me reconozco.
No reconozco esos ojos sin expresión y sin brillo ni esas azuladas ojeras que los rodean.
No reconozco esos labios resecos y marchitos que ya ni a susurrar aciertan.
No reconozco mi cuerpo quieto, desganado, sin fuerzas.
Confieso que no soy yo.
No sé en que momento ni en que lugar perdí la ilusión y la esperanza y con ellas perdí mi esencia, pero esa mujer de ahí, esa que se atreve a mirarme desde el otro lado casi diría que con pena, juro que no soy yo sino otra que ha usurpado mi identidad y me ha sustituido a la fuerza.
Yo sigo siendo quien era, aunque ya no encuentre motivos ni entienda bien el por qué de las cosas que pasaron y me obligaron a ser otra mujer que antes no era, desconocida, marchita, llena de tristezas.
Por eso quiero confesar, aunque nada cambie ni suceda, quiero confesar que no soy quien los espejos reflejan. Que dentro de mi existo aunque por fuera parezca muerta y que no he perdido mi esencia aunque tenga que seguir escondiendola.
Carmen
(14 de agosto del 2020)
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"Omnia mea mecum porto"
Soy todo lo que tengo
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