LA ESPERA
Siempre me toco esperar. Esperar lo que nunca llegaba y ya jamás llegará.
Esperar el sonido de tus pasos en las sombras... Esperar tu caricia en mi pelo y el roce de tus labios en mi espalda mientras me abrazabas... Esperar la calidez de tu aliento en mi oído cuando me susurraras que me amabas...
Esperar... Siempre esperar...
Esperar lo que pedías y tú no dabas jamás. El saludo en la mañana, unas palabras lanzadas a la nada que ni siquiera encontraron el eco de las tuyas adelantándose a las mías jamás. Esperar un voto de confianza, un gesto amable, una sonrisa tuya que no fuera fingida o forzada mientras tratabas a duras penas de disimular unos celos enfermizos... Esperar... Esperar que un día despertaras y te dieras cuenta de que era tuya... de que siempre fui tuya y de nadie más...
Esperar horas y horas sin tener nada que hacer o en que distraer la mente mientras tú solucionabas tu vida...
Esperar... Siempre esperar...
Ahora se terminó la espera. Se terminó como terminan las falsas promesas, las mentiras forjadas a la fuerza. Ahora ya no espero nada. No espero tu llegada ni tus caricias ni tus besos ni tus palabras de amor. Simplemente me fui, me deslice en las sombras que me rodeaban desde tu llegada y se diluyeron mi fe, mi esperanza y mi ilusión en el abismo insondable de tu traición.
Esperar... Siempre esperar...
Ya no espero nada... Simplemente te diré antes de morir... Adiós...
Carmen
(4 de enero del 2015)
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