jueves, 29 de mayo de 2014

LA NOVIA


LA NOVIA

El viejo despertador de siempre entonó su alegre timbrar tan de repente, que su corazón se aceleró hasta casi salírsele del pecho. Tanto tiempo, tantos días escuchando sus "gritos", que era lo que a ella le parecía aquel timbre y nunca llegaría a acostumbrarse a su sonido.

Había sido la noche más espantosa de todas las que recordaba desde que podía recordar. Alargo una mano pesada como plomo y tanteando la mesita de noche logró poner fin a la pesadilla que le taladraba los oídos y le estaba haciendo puré el cerebro.

Tumbada bocarriba sobre su cama y con los ojos aún cerrados, trató de centrar sus pensamientos que aún permanecían en algún lugar de sus sueños. Polvorientos y pesados como viejas telarañas. Pero había algo que aún se le escapaba... Si pudiera recordar...

Sentía la apremiante necesidad de saltar del lecho y un atisbo de euforia febril parecía querer asaltarla. Quería moverse y le era imposible, como si miles de manos ajenas la sujetaran entre las sabanas.

El nerviosismo comenzó a adueñarse de ella... Tenía que pensar, tenía que pararse a pensar que le pasaba...

En un esfuerzo comenzó a repasar entre mentalmente y de viva voz lo que sabía.

-  A ver... Me llamo Amelia... Tengo 28 años... Soy abogada... No tengo ningún caso pendiente... Bueno, eso si no contamos con el de ese joven que vino a verme el otro día y que quería demandar a su amada porque esta ya no le quería... Pobre... Tan joven y colgado de quien no le ama...

Los minutos pasan y a lo lejos comienzan a escucharse sonidos de carreras y pisadas; ecos de voces que no podía entender; risas, quejas... Un batiburrillo que iba in crescendo y amenazaba con asfixiarla.

Abrió los ojos. Dos lagos azules de profundas aguas mansas.

Un rayito de sol, seguramente que el primero, se filtró por la ventana y se posó con suavidad de mariposa sobre  su nariz haciéndola bizquear. Sonrió a la nada y volvió a repetirse:

-  Me llamo Amelia... Tengo 28 años... Soy abogada...

El repiqueteo de unos nudillos nerviosos en la puerta del cuarto la saco abruptamente de sus ensimismados pensamientos.

-  Amelia, no has visto que hora es? Haz el favor de levantarte o llegarás tarde a la peluquería y eres la primera.... Vamos, el café te aguarda.

La voz amada de su madre la hizo saltar de su nube al suelo en un tris. Todas sus dudas quedaron disipadas. Se llamaba Amelia, tenía 28 años, era abogada... y hoy se casaba con el amor de su vida.

- El amor de mi vida?

Qué raro sonaba eso...! Alfredo era mas bien... ¿Cómo lo diría...?

Alfredo era un buen hombre al que conocía desde hacía tanto tiempo, que ya era costumbre en su vida. Sí, eso era... Costumbre... Aunque no le amaba, amaba la seguridad confortable que este le ofrecía. Y hoy se casaría con él y sería feliz a su modo durante toda su vida.

Se sentó al borde de la cama sin tener aún el valor de mirar el espléndido vestido de novia que colgado en su vestidor parecía mirarla... ¡Era tan hermoso! confeccionado con todo detalle y todo mimo por manos expertas sólo para ella. Era una replica perfecta del vestido que uso su querida abuela el día de su boda. Se puso en pie de un salto, respiro hondo, saludo al nuevo día con la mejor de sus sonrisas y se encamino a la puerta del cuarto llena de renovado vigor.

-  ¡Hoy va a ser un gran día! ¡El mejor día de toda mi vida!


Carmen

(29 de mayo del 2014)


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