martes, 28 de enero de 2014

SE QUE VENDRÁ


SE QUE VENDRÁ


Sé que vendrá por mí. Me encontrará aunque me esconda en el fin del mundo, me encontrará. Puedo sentir en mi sangre helada que me está buscando, presiento su furia inmensa, sus ganas sanguinarias de mi, de mi cuerpo y lo que es peor, su deseo por poseser mi alma.

Ahora estoy aquí, en el rincón más profundo de mi cuarto, sentado en el suelo y encogido sobre mi mismo. Silencioso, sin mover ni un musculo, en medio de la más absoluta oscuridad... esperando que venga.

Sé que vendrá por mi... Ya falta poco... Tengo frio...

No sé cuanto tiempo ha transcurrido desde aquella fatídica noche. Los días grises dan paso a noches negras como la desesperanza. El silencio, polvoriento se cuela por mis oídos y siento como va minando mi razón con pensamientos cada vez más tétricos. Mis ojos están resecos por la falta de descanso. Mis nervios, tensionados desde hace tanto, son cuerdas de violín a punto de saltar.

Siento sus pasos que suben la escalera. Se confunden con los latidos de mi corazón. Tiemblo, ella debe sentir mi temblor. Me encojo aún más sobre mi mismo y dejo que mi cuerpo se balancee en la duda que me atormenta desde entonces... ¿Por qué a mi?... ¿Por qué a mi?.

Se ha detenido al otro lado de la puerta cerrada de mi cuarto. Siento su presencia como una losa pesada sobre mí y me falta el aire. Mi corazón se desboca, parece como si quisiera salírseme del pecho por la boca. Casi puedo ver como sus dedos huesudos toman el pomo de la puerta y lo hacen girar lentamente. Suena un ligero chasquido que a mis oídos simula el restallido hiriente de un látigo y un lastimero chirrido parece acompañarle cuando la puerta comienza a abrirse. Es ella, está allí, frente a mí y me mira con sus cuencas vacías bajo la holgada capucha que la cubre.

Avanza despacio, regodeándose de mi miedo, riéndose impasible de mi. Sabe que no tengo escapatoria, que ni siquiera me atreveré a huir. Que seguiré allí, paralizado mientras ella sigue avanzando hacia mi, sinuosa y etérea.

He dejado de temblar. Mi desquiciada mente desea el final que se acerca como un amante espera en su lecho la llegada de su amada. Deseo que sus huesudas manos se posen en mi pecho, deseo que su boca sin labios haga presa de mi boca. Deseo su beso helado, su halito pestilente mientras arranca de un solo tajo mi corazón.

Es la hora, tenso mis músculos que estallan en mil pedazos. Es la hora, pienso, mientras me abrazo a ella y dejo que tome posesión de mi.

Es la hora, la MUERTE ha llegado y yo estoy al fin listo para partir.



CARMEN

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***Este pequeño relato lo he rescatado de un antiguo blog que ya no utilizo

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