De la sabiduría de los Antiguos Pobladores del sureste mexicano, nos llega este relato que nos cuenta cómo los seres más pequeños pueden dejarnos grandes enseñanzas. Nada ni nadie es prescindible en la gran obra del Padre, todos tenemos nuestro cometido:
"Había una vez una nube que era muy chiquita y muy solita que andaba, lejos de las grandes nubes. Chiquita era, apenas un rabito de nube. Y cuando las grandes nubes se hacían lluvia para pintar de verde las montañas, volando llegaba la nubecita para ofrecer sus servicios, pero mucho la despreciaban porque era muy pequeña.
-Tú no aportas nada -le decían las grandes nubes-, eres muy chiquita.
Y mucho la burlaban, y entonces la nubecita se iba muy triste a otro lado para lloverse, pero a donde llegaba la hacían a un lado las grandes nubles. Y así se fue muy lejos la nubecita, hasta que llegó a un lugar muy seco, sin una ramita siquiera, y la nubecita le dijo a su espejo (porque resulta que la nubecita cargaba un su espejo para platicarse cuando estaba sola):
-Aquí está bueno para lloverse porque nadie viene.
Y entonces la nubecita empezó a hacer una gran esfuerzo para lloverse y por fin le salió una gotita. Entonces la nubecita se desvaneció y se transformó en gotita de lluvia. Poco a poco se fue cayendo la nubecita que ahora era ya una gotita de lluvia. Solita se iba cayendo y nada había abajo que la esperara. Y solita cayó por fin la gotita. Como mucho silencio había en ese desierto, mucho ruido hizo la gotita cuando cayó encima de una piedra. Y entonces se despertó la tierra y preguntó:
-¿Qué es ese ruido?
-Fue una gota de lluvia que cayó -le respondió la piedra.
-¿Una gota de lluvia? Entonces va a llover. ¡Rápido! ¡Prepárense porque va a llover! -le avisó a las plantas que estaban escondidas del sol bajo la tierra.
Y las plantas se despertaron rápido y se asomaron, y por un momento todo ese desierto se cubrió de verde, y entonces las grandes nubes desde lejos lo miraron tanto verde y dijeron:
-Allá hay mucho verde, vamos a llovernos en aquel lugar que no sabíamos que estaba verde.
Y se fueron a lloverse en ese lugar que antes era un desierto, y mucho llovió y las plantas crecieron y todo quedó verde de una vez.
-Suerte que existimos nosotras -dijeron las grandes nubes-, porque sin nosotras no hay verde.
Y nadie se acordó en ese momento del rabito de nube que se hizo gotita y que con su ruido despertó a los dormidos.
Nadie se acordó, pero la piedra sí guardó el recuerdo de la gotita de lluvia. Pasó el tiempo y se desvanecieron las grandes nubes primeras y murieron las primeras plantas. Y a las nuevas plantas que nacieron y a las nuevas nubes que llegaron la piedra que no muere nunca les contó la historia del rabito de nube que se hizo gotita de lluvia.
Tan-tan.
En el techo sonó una gotita solitaria. "Va a llover", susurré mientras sumergí mi mejilla en un mar de trigo...
Vale de nuez."
Firma: El Suphipocampo, de la sección “Los cuentos del Caballito de mar”
Fuente:
http://enlacezapatista.ezln.org.mx/1997/11/07/el-cuento-del-rabito-de-la-nube/
Fecha: 5/1/2017
http://enlacezapatista.ezln.org.mx/1997/11/07/el-cuento-del-rabito-de-la-nube/
Fecha: 5/1/2017
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