La soledad es un enorme espacio en blanco, totalmente vacío, donde uno se tiende sin esperanzas a esperar que llegue la muerte y le de, en un arrebato acalorado, un poco de vida.
La soledad es húmeda y fría. Húmeda de lagrimas derramadas y fría porque carece de sentido y sentimiento cuando no es compartida.
La soledad es abandono cargado de falsas promesas y es la espera que aguarda a la tristeza cada día.
Desde niña me he sentido atraída por esos delicados animalitos. Me fascinaba ir al río cuando íbamos al pueblo y buscar su presencia entre los juncos de la orilla.
Recuerdo como me extasiaba mirándolas. A veces, parecían quedar suspendidas en el aire y la iridiscencia de sus alas reflejando los rayos de sol era para mi algo prodigioso.
En mis sueños de niña las veía como pequeñas hadas y me gustaba fantasear creando historias sobre ellas.
Hoy me dio por buscar información sobre las libélulas y encontré algo interesante sobre su significado, así que he decidido dejar constancia de ello aquí:
Siempre supo que su destino era soledad y tristeza. Hasta la fecha, muchas personas habían pasado por su vida y la habían dañado, la habían herido el alma de alguna manera. Pero nunca nada de lo que le hicieron le había dolido de esta manera.
Pensó que a su lado había encontrado al fin el final de sus tristezas, un hombro sobre el que apoyarse, un pecho donde refugiarse... El compañero ideal que la aceptaría tal y como ella era...
¡Qué absurda ilusión la suya! ¿Cómo pudo equivocarse tanto y de tan mala manera? ¿Cómo pudo creer todas sus falsas promesas?
Le cedió todo su espacio... Le dio todo de ella... Pero jamás logró conformarlo y después de tanto juicio sin pruebas, tanta acusacion, tanta injusticia por parte de quien tanto decia amarla, este la dejó inerte... fría... abandonada a su suerte... muerta.
Muerta aunque respire y ame y sonría. Muerta aunque llore con otras lagrimas y se vista cada día con una mascara nueva. Muerta con un corazón roto que no desea sentir de nuevo. Muerta con el alma tan hecha trizas, que el día que él se marchó de su lado poniendo fin a su cobardía, ella... Ella decidió darle la espalda a la vida.
Y aún sabiendo que no volvería, espero pacientemente que se diera cuenta de su villanía y regresara a buscarla.
Pero no regreso por ella y ella ya se convenció de que su marcha es un viaje sin retorno, una huida hacia delante... Una decisión sin marcha atrás, sin retorno, sin meta de llegada y sin salida.
Y te dejé partir vistiendo mis letras de oscuridad y mis sentimientos de perpetuo luto. Te dejé partir mientras cerraba de golpe la puerta de mi corazón y tiraba al olvido la llave para no volverla a abrir.
Me quedé sola, deshaciéndome en la amargura de las lágrimas que brotaron de las heridas que en mi alma infringió tu sinrazón. Las horas pasaron lentas, cuajadas de recuerdos, de reproches, de ruegos, de rabia... De infinito dolor.
Todo tiene un final como tiene un principio y el sueño que tuvimos no iba a ser la excepción. El tiempo ha pasado y todo lo mitiga... Y tiempo es lo que necesito para volver a ser yo. Puedes quedar tranquilo, cumpliste tu papel a la perfección y no... No te guardo rencor.
No existe el ayer como no existió el amor... No existe el mañana, no al menos mientras no tome una decisión... Tan sólo nos resta el hoy. Y el hoy esta cargado de desolación.
Que sean niños, y no clientes de las compañías de celulares, o vendedores de rosas en los bares, o estrellas descartables de la televisión.
Niños, no limpiavidrios en los semáforos, o botín de padres enfrentados o repartidores de estampitas en los subtes.
Que no sean niños soldados, los niños. Que sean niños los niños, simplemente. Que no sean foto de un portal pornográfico. Que no sean los habitantes de un reformatorio.
Que no sean costureros en talleres ilegales de ningún lugar del mundo.
Que sean niños los niños, y no un target.
Que no sean los que pagan las culpas. Los que reciben los golpes. Los bombardeados por publicidad. Que sean niños los niños. Todo lo aniñados que quieran. Todo lo infantiles que quieran. Todo lo ingenuos que quieran. Que hagan libremente sus niñerías.
Que se dediquen a ser niños y no a otra cosa.
Que no sean los que no juegan, los acosados por las preocupaciones, los tapados de actividades.
Que sean niños los niños y se los deje preguntar sin levantar la mano, formar filas torcidas, llevar alguna vez la Bandera no por ser mejor alumno, sino por ser buen compañero.
Que sean niños los niños y no los incentivados con desmesura a consumir todo lo que saca el mercado.
Que sean niños, y no los que aspiran pegamento en una esquina o fuman paco en la otra, tan de nadie, tan desprotegidos.
Niños, no nombres que tienen que rogar por recibir el apellido paterno o la cuota de alimentos.
Que sean niños los niños.
Y que los niños sean lo intocable, que sea la gran coincidencia en cualquier discusión ideológica; que por ellos se desvelen los economistas de todas las corrientes, los dirigentes de todos los partidos, los periodistas de todos los medios, los vecinos de todas las cuadras, los asistentes sociales de todas las municipalidades, los maestros de todas las escuelas.
Que sean niños los niños, y no el juguete de los abusadores.
Que sean niños, no "el repetidor" o "el conflictivo" o "el que nunca trae los deberes".
Niños, y no los que empujan el carro con cartones.
Que sean niños los niños, simplemente.
Que ejerzan en paz el oficio de recién llegados.
Que se los llame a trabajar con la imaginación o con lápices de colores.
Que se los deje ser niños, todo lo niños que quieran.
Y que los niños sean lo importante, que por ellos lleguen a un acuerdo los que nunca se ponen de acuerdo; que por ellos se dirijan la palabra los que no se hablan, que por ellos hagan algo los que nunca hicieron nada.
Que sean niños los niños y que no dejen de joder con la pelota.
Que sean niños en su día. Que lo sean todos los días del año. Que sean felices los niños, por ser niños. Inocentes de todo lo heredado.
Existen sufrimientos tan profundos que nos rompe en pedacitos el alma y para los cuales no parece existir mas salida y liberación que la propia muerte.
Terminar con lo que te desgarra y comenzar de nuevo, quizás no sea la mejor salida, pero por momentos creo que es la más adecuada.
No existe en la vida nada más triste que sentir el injusto juicio del ser amado sobre uno. Que confundan tus intenciones y que pongan en tus labios palabras que nunca dirías o en tu corazón sentimientos que jamás podrías sentir.
No existe en la vida nada más triste que el abandono forzado ni mas amargo que la propia desolación de caer en un abismo de negrura empujado por la mano que decía haberte amado tanto.
No existe en la vida nada más triste que la tristeza de una injusticia ni nada más doloroso que el desamor.