martes, 29 de enero de 2013

SOBRE CREER EN UNO MISMO


SOBRE CREER EN UNO MISMO


Desde pequeña he luchado por creer en mi misma, primero como Ser humano y después como Ser espiritual.

Nací con un cuerpo extremadamente delicado y con un corazón extremadamente sensible y a ambos tuve que educarlos para resistir. A mi cuerpo, le enseñe a luchar contra la enfermedad, superando estados contra todo pronóstico. A mi corazón le enseñe a cubrirse con una coraza cuando se sentía atacado, para resguardar en su interior, intactos mis sueños.

La vida no ha sido fácil ni benévola, me ha mostrado el Camino a través de grandes caídas y tropiezos. He bajado muchas veces a mis infiernos. Muchas de esas veces incluso deje de ver la Luz del cielo, pero siempre he logrado salir y remontar mi propio vuelo.

Aprendí a dar sin esperar recibir, a amar sin esperar ser correspondida, a vivir en soledad en medio de una multitud.

Nunca pedí ni busque, pues sabía que portaba en mi todo aquello que pudiera desear.

Nadie puede creer en mi más que yo misma.

Esa es mi verdad y es la verdad de aquellos que me leéis.

"Nadie puede creer en nosotros MÁS que nosotros mismos."

Cada Ser es la fuente de la cual surge todo aquello que hace, dice, piensa y siente. Creer en nosotros mismos, es creer en la Obra del Padre, porque cada Ser es energía, inteligencia y Amor palpitando, latiendo y queriendo expresarse a través de la vida misma.

El Ser, nuestro Ser, no es ni cuerpo ni personalidad. No vivimos en un cuerpo ni nos expresamos con una determinada personalidad, más bien somos el cuerpo y la personalidad que nosotros creamos ser. Toda nuestra actividad física y psíquica se fundamenta en nuestro Ser real invisible.

Podemos ser todo aquello que soñamos ser, sólo hemos de creer en nosotros mismos y nuestras capacidades sin prestar oídos a lo que los demás opinen de nosotros.

Confiar en mi misma me hace sentir libre y capaz de enfrentar cualquier desafío y para confiar en mi misma, tuve que aprender a aceptarme como soy con mis defectos y mis virtudes, porque soy un Ser Único en todo el Universo y en mí reconozco la Divina Creación del Padre.

Confiar en mi misma me da fuerzas para enfrentar cualquier cosa y salir airosa, no importa que salga bien o salga mal. Si sale bien, me alegraré de ello y si sale mal, me sentaré y analizaré donde estuvo el fallo para poder remediarlo la siguiente vez.

Confiar en mi misma me lleva a pensar siempre en positivo, porque aprendí que los pensamientos son como un poderoso  imán. Atraemos lo que pensamos y por ello, yo decidí desterrar los pensamientos negativos lejos de mí. Cuando enfrento algo, lo hago pensando que ganaré. Me acostumbré a no tener pensamientos como: "no puedo", "no sabré", "no valgo" o "es imposible". Cada noche, antes de dormir hago un repaso de mi día y me permito sentirme orgullosa de mi misma y de mis logros.

Confiar en mi misma me hace mostrarme segura ante los demás y el efecto que esa confianza que deposito en mi, tiene en los otros, se refleja en su confianza en mí.

Y por último y más importante, para creer en mí, aprendí a asumir mis equivocaciones sin juzgarme ni criticarme. Asumí que no es posible acertar siempre ni caerle bien a todo el mundo, ni ser la más lista, ni la más popular, la más guapa, la más querida. Que todos esos conceptos preconcebidos están sólo en nuestras mentes. Que hacer algo mal, no es el fin del mundo, que es simplemente hacer algo mal y que puede solucionarse. Que está permitido equivocarse y volver a comenzar.

Cuando creí en mí, aprendí la lección más importante. Aprendí que todos los Seres humanos tienen defectos y que no por ello han de sentirse culpables.

Y ahora pararos a pensar... ¿Cuánto creéis en vuestro Ser? Espero que todas las respuestas sean positivas, porque todos valéis lo mismo a los ojos del Padre.


Drisana ©

***

CARMEN
(De mis reflexiones)
(29 de enero del 2013)

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miércoles, 23 de enero de 2013

SI UN DÍA ME VES...


SI UN DÍA ME VES...

Si un día me ves marchar,
no pienses que ya no te quiero,
es que de tanto amarte
agote todo mi tiempo
y he de regresar 
desde la nube que me sostiene
al suelo de donde un día
como sin quererlo eche a volar.

Si un día me ves marchar,
no pienses que ya no te quiero,
es que de tanto amarte
el corazón se ahogo
en lágrimas de tristeza
porque la distancia
me puso una nueva zancadilla
y ya no soy capaz de remontar.

Si un día me ves marchar,
no trates de retenerme
ni sigas mis huellas
ni vayas a llorar.
No estés triste,
piensa que mi alma
seguirá a tu lado,
que te he de amar, toda la eternidad.

CARMEN
(23 de enero del 2013)

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martes, 22 de enero de 2013

MI MUNDO


MI MUNDO 

Habito en un mundo  paralelo
donde están anclados los sueños,
donde la luz es más pura
y son más puros los sentimientos.
Donde no existe el frío ni el calor,
donde no tienen cabida los miedos.
Habito en un mundo idílico,
donde juntos miramos extrañas estrellas,
donde tu me cuentas mil cuentos
y yo te escucho enamorada
mientras me pierdo en tus ojos
y al calor de tu cuerpo me voy durmiendo.
Habito en un mundo único
donde solo existimos tu y yo,
donde el amor fluye
en un río de felicidad eterno,
donde nada nos separa
ni pueden dañarnos los celos.
Habito un mundo puro y bello,
tan bello que ya no atino
a saber si estoy dormida
o es que despierta sueño.


CARMEN
(22 DE ENERO DEL 2013)

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SUEÑO DE AMOR


SUEÑO DE AMOR

Entre tu y yo existe un pacto,
un pacto de amor eterno
que nació hace eones de tiempo
cuando el mismo Padre
inició su Creación.
Entre tu y yo existe un pacto,
un pacto sellado a fuego
en la Luz del mismo Sol 
y aunque mil vidas viviésemos,
ese pacto es un pacto sagrado,
un mandato divino,
un sueño de amor.
Entre tu y yo
una vida que nunca muere,
un amor que va
mucho  más allá del amor.
Entre tu y yo
un solo sueño,
una existencia,
un ser y un estar.
Entre tu y yo
el ahora que amanece,
el final del camino,
el regreso al Hogar.
Entre tu y yo
una sola alma de nuevo,
un corazón conteniendo
dos  mitades huérfanas
que hoy regresan a la Unidad.
Entre tu y yo
un abrazo urgente
que mi alma a la tuya da,
un sellar de nuevo el pacto
con los labios ardiendo
en el fuego renovado 
de ese infinito amor.
Entre tu y yo, amor mío,
un sueño de amor
que hoy hacemos nuevamente
real por toda la Eternidad.


CARMEN
(22 de enero del 2013)


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jueves, 17 de enero de 2013

ENAMORADA


ENAMORADA

Llegó el amor tardío
colgado en una risa de brisa,
en una gota de fresco rocío,
en un rayito de sol,
en un rabito de nube
que se quedó para siempre
en mi corazón prendido.
Me enamoró la luz
inocentemente pura
que brillaba en tu mirada.
Las palabras sinceras
que endulzaban mi alma
largamente atormentada.
Me enamoró tu sonrisa
poniendo notas de colores
en el lienzo gris de mi vida.
Enamorada de ti
vivo y muero desde entonces.
Desde ese día,
ese  instante,
ese momento.
Enamorada de ti
y del amor
que late en mi pecho.
Enamorada de ti
y del aire que trajiste 
y que me envuelve
en el aroma de jazmines
y lirios de agua
hasta el amanecer 
cada una de mis noches.
Enamorada de ti
y del amor,
ese amor que había perdido
y que tu regresaste a mi
como un regalo impagable.
Enamorada...
Enamorada desde siempre
y para siempre.
Enamorada...
Enamorada de ti eternamente.

 Carmen
(17 de enero del 2013)

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lunes, 14 de enero de 2013

EL PIANISTA


EL PIANISTA

Recuerdo los atardeceres de verano de mi cada vez más lejana infancia, cuando mientras mis amigas jugaban en la calle, yo prefería sentarme en las escaleras del portal de mi casa para escuchar los acordes que uno de mis vecinos arrancaba de su piano.

La música que manaba de aquella ventana entreabierta del piso bajo de mi edificio, hacía que mi fértil mente de niña vagara a lugares remotos y desconocidos escenarios donde podía ser tantas cosas como mi mente fuera capaz de crear y recrear para mí.

Los últimos rayos de sol del día también se dejaban caer sobre aquella ventana como queriendo beber de la música y un hermoso gato de angora ronroneaba complacido y sereno en el alfeizar. Don Ginés, era un hombre maduro de porte distinguido y regio. Había sido médico cuando la guerra civil, pero por entonces ya no podía ejercer porque tuvo el valor de atender a un herido republicano y tras ser denunciado por algún vecino envidioso y ocioso a los nacionales, le fue retirada la licencia.

Era un buen hombre que jamás hizo daño a nadie y solo se dejó guiar por su corazón y su juramento hipocrático, pero claro... eso de nada le sirvió ante la arrogancia de unos gobernantes que se llamaban a sí mismos: "Salvadores de la Patria" y que tanto dolor y sufrimiento causaron. Pero eso ya es algo viejo y polvoriento que todos o casi todos hemos ido olvidando... Episodios Nacionales de una España que vivió dormida bajo el yugo del miedo.

Pero volvamos a lo que quería contar. Don Gines, fue la primera persona que me enseñó a amar la música. Mi afición por la música clásica nació con él en aquellos atardeceres de conciertos para una sola espectadora que sin saberlo me ofrecía. A veces, dejaba de tocar el piano y ponía algún vinilo en el tocadiscos. Generalmente sardanas, a las cuales él y su mujer eran muy aficionados. Doña Pepita, su mujer, era una señora muy distinguida de origen catalán y todos los sábados a eso del mediodía, podía verse a ambos en el Parque del Buen Retiro bailando sardanas junto a otros catalanes residentes en Madrid.

Con los años, mi afición por la música fue creciendo y, tras ser descubierta un día por uno de los hijos de D. Ginés, que tenía dos y ambos eran médicos como lo fue su padre, pasé de ser una oyente anónima y medio  oculta por los rosales del jardín a ser una espectadora de lujo en el salón de su casa.

Desde aquel día y hasta que mi adolescencia me llenó con otras inquietudes más mundanas y sociales, cada tarde bajaba a casa de mis vecinos y sentada en un rinconcito me deleitaba con la música que mi vecino arrancaba a aquellas desgastadas teclas. Y descubrí el placer de la música, aprendiendo a escucharla desde el corazón, tratando de entender lo que contaba sin palabras. Más tarde descubrí el violín, que se ha convertido a día de hoy en mi instrumento favorito porque siempre he pensado que su voz rasgada entre dulce y triste es la que más se asemeja a mi propia alma.

Piano y violín... y la música como lenguaje de Dios.

Y siempre... siempre que escucho las notas de una melodía al piano o el violín, recuerdo aquellas tardes y a aquel hombre que sin saberlo, me enseñó a amar la música e hizo que con ello, aprendiera a expresarme con el alma.

Carmen
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miércoles, 2 de enero de 2013

VIAJE A NINGUNA PARTE DESDE LO ABSURDO DE UN SUEÑO


VIAJE A NINGUNA PARTE DESDE LO ABSURDO DE UN SUEÑO

Una vez, ya hace mucho… mucho… demasiado tiempo, tuve un sueño. Soñé con tierras lejanas más allá de espacio y del tiempo. Más allá incluso de ese espacio donde nacen y mueren todos los sueños.

A veces, aún me siento en mi sillón favorito y pienso en ese sueño. Trato de recordar los pequeños detalles tantas veces vueltos a la vida, pero cada vez esos detalles se van difuminando y perdiendo como si fuera una acuarela emborronada por una gota de lluvia, una lágrima o un suspiro húmedo del viento en el invierno.

Me gusta acurrucarme en mi sillón arrebujada en mi mantita cachemir de tonos violetas en las tardes lluviosas del invierno, mientras una taza de té calienta mis manos frías y la dulce melodía de un violín solitario pone voz a mi eterna melancolía. Es entonces cuando vuelven a asaltarme los recuerdos siempre vivaces de aquel lejano sueño y de repente ya no estoy en el salón de mi casa ni me encierran cuatro paredes.

Envuelta en la magia del sueño en sí, me transporto al andén frío y solitario de una antigua estación de tren, perdida en vete tú a saber que lejano país. Cae la tarde y el sol comienza a ocultarse en el lejano horizonte. Las primeras sombras nocturnas comienzan a asomar allí donde el último vagón del tren parado en la estación, aguarda perezoso que alguien le saque de su monotonía y le ponga en movimiento. Un gato negro salta desde la única ventana que hay en el viejo y ruinoso edificio que da cabida a la estación y se estira perezosamente ante mí mientras me mira con unos ojos llenos de indiferencia.

Los minutos pasan imperturbables. Marcan parsimoniosamente el tic-tac del reloj grande que cuelga del poste junto a la máquina del tren y aguardan la hora exacta del inicio de un nuevo viaje. Porque el tiempo viaja en tren, os lo digo yo.

Al tiempo, como a mí misma, le gusta viajar en tren… Nada es comparable a ver pasar ante los ojos el paisaje desde la ventanilla de un vagón de tren.

Pero volvamos al sueño.  

Los minutos pasan, el sol esboza un adiós glamuroso lanzando al infinitos unos últimos rayos crepusculares como si fueran fuegos artificiales, una neblina densa hace acto de presencia a mi espalda como si brotara del mismo suelo y va enredándose a mis tobillos, subiendo por mis piernas en espirales ajustadas  como queriendo trepar hacia sólo Dios y seguramente el lector, imagina o sabe…

La tensión se palpa, se respira, se podría decir que se mastica… La hora final llega… La salida… “Cinco minutos para la salida”… Vocea alguien desde un desgastado megáfono. Sale el jefe de estación con su gorro bien calado, su banderín bajo el brazo y su silbato en la mano. Se coloca en su puesto, bajo el reloj  que se me antoja enorme de la estación. Saca del bolsillo su propia saboneta de brillante metal dorado, la abre, la mira, comprueba la puntual coincidencia de ambos relojes, el oficial y el suyo. Lleva el silbato a su boca y levanta el banderín… Aún un minuto para la salida y descontando…

Y de repente llega lo irreal, lo absurdo que hace que todo lo que soñamos sea solo eso… algo que soñamos, creemos vivir, imaginamos… Me miro y ya no soy yo, soy sólo una vieja maleta que alguien parece haber olvidado en aquel anden.

El silbato suena una vez corta y alguien grita: “Viajeros al trennnn”… Alargando la “n” final por si alguien no escucho bien… Un último movimiento de las manecillas del reloj, el jefe de estación que baja el banderín rojo bruscamente mientras el pitido del silbato hiere estridente y fuerte la incipiente noche y el tren se pone en marcha rumbo a lo desconocido mientras yo me quedo allí, clavada en aquel andén, esperando que alguien pase a recogerme sin mucha esperanza.


Carmen

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